Teódulo López
Meléndez
Hay que incluir la deshumanización de las ciudades dentro
del tema ecológico porque llega hasta la concepción de la salud y al malestar
social. Nuestras ciudades están fragmentadas, contaminadas y agresivas, unas
donde se pasan horas para llegar al trabajo y devolverse a casa.
Hay barreras físicas, simbólicas y psicológicas, desniveles
socio-económicos. La educación reaparece como búsqueda de armonía, de
tolerancia, de justicia social y de solidaridad. Hay que recurrir a la práctica
de la ciudad como entidad educadora en lucha compartida entre organismos
nacionales y locales en la difusión de valores y de ideas para el cuidado de
los espacios comunes, el respeto, el comportamiento de los conductores, la
lucha contra las drogas y la conservación. Encontramos que quien más contamina
es quien tiene más necesidades.
La ciudad debe ser considerada como un ecosistema. Los
aspectos culturales son un prerrequisito para enfrentar la tarea de
humanización. Hay que unificar, sin olvidar variantes, las ordenanzas de
protección ambiental y crear un Tribunal de Faltas Ambientales.
Enfrentar la situación de las zonas de “ranchos” será uno de
los asuntos más complejos, pero la experiencia existente en otras naciones del
mundo bien puede colocarnos en el camino correcto. Si partimos de la ciudad
como eco-sistema la enfrentaremos, como todo lo de la ciudad en general, esto
es, mirando los recursos vivificantes, la estructura física y la estructura
social, la participación comunitaria.
Hay serios problemas de urbanismo. Nuestras ciudades han
crecido anárquicamente, no se han construido vías internas en muchos años capaces
de absorber el pesado tráfico, pero tampoco se ha establecido un sistema de
transporte colectivo que incentive al abandono diario del uso del automóvil
particular. Se dice fácil, pero la tarea de humanizar nuestras asfixiantes
ciudades constituye un reto de inmensas proporciones, uno que incluye reformas
urbanas, vialidad, pero también
educación y cultura. El rompimiento de las barreras, el encuentro en los
espacios adecuados para el compartir, el acceso a los medios comunes de
desahogo y lo que algunos urbanistas han llamado “el espacio para la vida entre
edificios” requerirá del mayor esfuerzo.
Artículo en el diario El Universal (Miércoles 11 de septiembre 2019).
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