Teódulo López
Meléndez
En los procesos revolucionarios del siglo XVIII se comienza
el proceso de conversión política de los derechos naturales. El siglo XIX se
mueve sobre la idea del progreso. A pesar de las guerras del siglo XX se
establece la forma política que algunos han denominado la “era de las
Constituciones” y el traslado de la soberanía de la nación al pueblo. El
programa demoliberal, luego de no pocas luchas, concede el sufragio y las
mujeres libran una de sus batallas más vistosas, el voto. La reacción fascista
se extiende sobre Europa, pero el resultado de la II Gran Guerra hace renacer
la condena a los poderes absolutos aún en la Guerra Fría y entramos de lleno en
el ciclo del liberalismo democrático, las democracias pluralistas y un ritmo
keynesiano de la economía. Los partidos políticos viven su época de esplendor.
El mercado reina encontrando su máxima expresión en la era Reagan-Thatcher.
A finales del siglo XX asoma la crisis plenamente. La
democracia comienza a dejar al descubierto sus profundos vicios y la desconexión
del ciudadano del sistema resalta sus falencias. La representación y la
delegación del poder se resquebrajan. La democracia representativa comienza a
diluirse como el sistema económico donde funcionaba. Es lo que bien se denomina
una crisis de legitimidad. Los partidos políticos se convierten en
“partidocracias”, en cotos cerrados que ya no cumplen su función de servir de
vehículo a las aspiraciones de la gente común y su papel de intermediación
entre el poder y la gente se oscurece. De allí al brote del populismo habría
poco espacio. La nueva expresión telegénica saltaría a la palestra con la
oferta de soluciones “revolucionarias” milagrosas.
La democracia es un cambio continuo. Todo proceso de este
tipo transcurre en una circunstancia histórica concreta. En la nuestra, en la
de los venezolanos de hoy, no podemos temer a lo incierto del futuro. Es la
hora de construirlo. Ello es posible en una democracia viva. Imposible en un
régimen que impone. Esa transición es parte de nuestro drama actual.
Son cuatro los pilares sobre los cuales edificamos nuestra
visión de país: una sociedad del conocimiento, una república de ciudadanos, una
democracia del siglo XXI y una economía al servicio del hombre.
Artículo en el diario
El Universal (Miércoles 12 de junio 2019).
Comentarios
Publicar un comentario