Teódulo López Meléndez
Los agentes sociales producen procesos de restructuración de sus relaciones y sus vínculos mediante la comunicación que es un auténtico cultivo de la vida. La injerencia de las tecnologías de información modifica los dispositivos y los registros y las modalidades de reconocimiento. Las relaciones tienen un aspecto técnico y uno de sentido, de manera que el hombre individualmente considerado se apropia de los recursos técnicos y también de los dispositivos simbólicos. En el campo de estos dominios el control de las significaciones es lo que denominamos cultura. Todas se articulan entre sí, cultura-naturaleza-tecnología-subjetividad-lo social, constituyendo los diferentes dominios de la realidad.
Como nunca el hombre deberá buscar en este nuestro tiempo de penetrante cultura tecnológica que transforma la naturaleza, la sociedad, la biología, el cerebro y los imaginarios culturales. El hombre deberá asegurarse el poder, especialmente del control sobre la realidad modificada, más allá que por la implementación tecnológica, por la seguridad simbólica. La realidad es más amplia de lo que vemos. Es necesario recrearla mediante el pensamiento de construcción de ciudadanía, de sustentabilidad, de resiliencia, dirigidos a la transformación de un mundo agotado.
Es menester una toma de conciencia radical e ir a modificaciones en el modo de organización de nuestro saber. Los paradigmas que gobiernan nuestra visión de las cosas, entre los cuales el de la simplificación, deben ser sustituidos precisamente por un retorno que limpie las relaciones entre el conocimiento científico y el pensamiento filosófico que elimine la reducción de lo complejo a lo simple, como en el caso de lo biológico a lo físico o de lo humano a lo biológico que nos llevó a concluir que el corte operado sobre lo real era lo real mismo.
La mutación del conocimiento es obvia, lo que Morin llama “una masiva y prodigiosa ignorancia”, lo que obliga a liberarlo de especialistas ignaros y de doctrinas obtusas. Hay que mirar a la complejidad, a todo el tejido que constituye este mundo fenoménico, a la vida como una auto-eco-organización extraordinariamente compleja que debe producir la autonomía mediante la búsqueda de la unidad múltiple.
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