Un grupo sin lima



Teódulo López Meléndez

La OEA es una institución arcaica, inmanejable y rancia. Podríamos quizás argumentar lo mismo sobre todas las organizaciones multinacionales pensando en la ONU en la cual el padre Kelsen establecía frenos de todo tipo a los conflictos armados entre Estados cuando hoy en día los conflictos son al interior de los Estados.

La OEA presenta una participación de pequeñas islas una de las cuales, por ejemplo con cien mil habitantes, tiene el mismo voto que un gigante como Brasil, lo que impide la toma de decisiones puesto que  precarias economías las convierten en dadivosas a la espera de petróleo. Pero allá la OEA con su inutilidad. Lo cierto es que el Grupo de Lima nace por la impotencia de esa organización para ocuparse debidamente del caso venezolano.

Nace y se llama de Lima, la ciudad donde fue aprobada la Carta Democrática Interamericana. Ha dicho y hablado sobre nuestra crisis, los países han recibido a nuestra diáspora con solidaridad y respeto con la excepción de algún brote de xenofobia, pero les estamos muy agradecidos, aunque no lo suficiente. Se han centrado en una negociación sobre cuyas perspectivas se ciñe el escepticismo más profundo.

En crisis históricas hay que citar a líderes históricos, en consecuencia es la hora de mencionar a Rómulo Betancourt y su doctrina sobre la ola de golpes de su tiempo. Se rompían relaciones diplomáticas con los países donde se producían y se les aislaba en todos los órdenes. Ante la inminencia de la reunión de este grupo donde los cancilleres de México y Chile debían informar sobre los sucesos en Santo Domingo, se cometió una omisión necia de inasistencia, privando al grupo de la posibilidad de avanzar hacia algo más que la declaración.

Hay que decirle al Grupo de Lima que han estado sin lima y que la situación venezolana amerita más que buenas intenciones. Se le recuerda a Betancourt y el espíritu de la Carta Democrática. Tomen decisiones, porque lo que han visto los cancilleres mexicano y chileno, más los sucesos recientes de este drama, indican ya no hay espacio para su gentil preocupación, sino para tomar decisiones que los honren en el ánimo de la Doctrina Betancourt y en la fuerza de los documentos que este continente aprobó para preservar la democracia.


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