Teódulo López Meléndez
Por qué los grupos sociales se
comportan como se comportan es la pregunta fundamental de la teoría de la
acción colectiva. No se trata de preguntarse de lo que no-ocurre sino de lo que
ocurre, a propósito de lo que en Venezuela le repiten a uno en cada esquina:
“esto no se aguanta, no sabemos por qué no estalla”. Parsons, sobre quien
volveremos en este breve texto producto de las inquietudes venezolanas, habló
de una “unidad” compuesta de un agente actor, de objetivos o fines de la
acción, de la situación en el momento de emprender la acción y de los medios
adecuados que debe seleccionar el actor para emprender la acción.
No quisiéramos perdernos en
los laberintos de la sociología, pero hay que mencionar a Weber sobre los
criterios racionales en orden decreciente pues se llega al momento de no medir
por esa vía las consecuencias de la acción, más bien situada en el terreno
afectivo. En verdad, la sociología de la acción colectiva se ha paseado
extensamente sobre la problemática de por qué los individuos deciden actuar
colectivamente, como hacen para coordinarse, cuáles deben ser las condiciones
del entorno y cuales las consecuencias. Así se habla, por ejemplo, de la teoría
cíclica del cambio social y cultural, de sociedades con mentalidad sensual,
ideacional o idealista.
James M. Jasper (“¿De la estructura a la acción? La teoría
de los movimientos sociales después de los grandes paradigmas”) nos pasea
por las grandes teorías de los movimientos sociales precisando como son
reexaminadas en búsqueda de un mayor empirismo. En verdad estas teorías ligaban
la resistencia y la acción colectiva a la historia y a la sociedad, para ir hoy
hacia enfoques analíticos con teorías culturales y al redescubrimiento de las
emociones.
Así, se pasea desde el
enfoque “materialista culturista” sobre movilización u oportunidad (Tilly o
Kriesi), hasta “la sociedad programada” (Touraine, o Melucci), desde “la teoría
de la acción racional o Teoría de Juegosd”(Olson o Coleman) hasta el
“pragmatismo, Chat, feminismo, teoría homosexual, enfoques
cultural-estratégicos o emocionales( Jasper o Polletta) denominándolas de
“movilización de recursos o de “los agravios repentinamente impuestos” (Ed
Walsh) o de reducciones a estructuras de oportunidad, de movilización y marcos
de alienación (Zald) o las batallas entre quienes negaban al proceso político
como un paradigma o quienes afirmaban era un paradigma cabal. Jasper no
escatima esfuerzos en pasaer revista este complejo tema de las ciencias
sociales citando a Jeff Goodwin observando el papel de las oportunidades
políticas en el surgimiento de movimientos culturales, políticos y
revolucionarios
Como puede apreciarse
dar una respuesta a la pregunta básica es un tema de alta complejidad en el
terreno de la sociología de la acción colectiva. Jasper pide dejar de ver a la
sociedad como matriz del comportamiento colectivo, dejando de lado que los
papeles son definidos exclusivamente por el estatus, las formas de autoridad o
las normas y los valores, para pasar a considerar la sociedad como un lugar de
combinación y conflicto entre acción estratégica e identidad. Esto es, la
acción deja de residir en un actor colectivo procurando dirigir la
“historicidad” sino en los esfuerzos de la gente común (el “sujeto” de
Touraine) o la tesis de Mancur Olson (“La
lógica de la acción colectiva”) donde se pregunta si los actores participan
sólo si ganan personalmente algo que no obtendrían por no participar. O la
tesis de la “pragmática racional” (Mustafá Emirtbayer) que rechaza que las
entidades interactuantes permanezcan estables a través de las interacciones
para sostener que “las unidades involucradas en una transacción derivan su
intención, significado e identidad de los [cambiantes]
roles funcionales que
operan dentro de la transacción”.
Jasper pide sumar al análisis
las emociones sumándolas al flujo de acción temporal de los grupos contestarios
hasta llegar al papel del cuerpo en la acción humana y al término “experiencia
vivida” como atención etnográfica sobre quienes se movilizan y sobre quienes
no, lo que nos hace recordafr experiencias venezolanas como el “Caracazo” o “la
salida”. Concluye advirtiendo que los
medios de acción impoortan tanto como las metas y los escenarios o tanto como
los actores.
En el caso de
Talcott Parsons (“The Structure of
Social Action”) hay un abordaje de la racionalidad social y del problema
complementario del factor no racional desde Max Weber, en gran medida contrario
a Hobbs y a Rousseau y más bien cercana a Durkheim. Incluye la psicología, la
ciencia política y la biología. Su concepción de la acción social es la de una
preocupación con lo racional y no racional que explican el comportamiento
humano, quizás resumibles la fenomenología en lugar del experimento, la
semántica en lugar de las matemáticas, resumidad en la frase “Una acción es social, cuando la situación de
un actor es otro actor”. Hay un orden de acción social cuando todos
los involucrados se convierten en actores, pero también cuando la situación de
un actor es él mismo como actor.
Fue Alberto Melucci quien insistió en buscar la interrelación de las
causas interna y externas de los movimientos sociales, negándolos como
resultados de contradicciones estructurales o como posibilidad de
construcciones individuales guiadas por la lógica para plantearlos como
consecuencia de objetivos, recursos y obstáculos de los individuos en su vida
cotidiana. En otras palabras implica una identidad colectiva en cuyo propio
interior se define el sentido. Los individuos se comunican, negocian y producen
significados y calculan los costos y beneficios. De tal manera se construye una
identidad colectiva desprendida de los individuos permitiendo el surgimiento de
una alternativa significativa del mundo, tal como un mecanismo cultural.
Melucci señala que su triunfo es existir, nombrar lo innombrable y así
cuestionar los mecanismos de dominación. Juegan un elemento latente y otro
visible que crean nuevos códigos culturales, señalando que el problema
específico se asocia a la lógica general del sistema reduciendo su complejidad para
resolver las incertidumbres lo que origina nuevas. El poder está condicionado
por la información, su principal instrumento, pero a la cual se ciñe, mientras
los movimientos de acción social pasan a ser la contracorriente que implica la
comprensión de las relaciones significativas como desafío simbólico.
Transgredir como superación de los signos vacíos, con lo que un movimiento
social se hace profeta atribuyendo nuevos significados.
Un poco más alejado del planteamiento teórico
de la sociología de la acción colectiva, pero inmerso a profundidad en su
comprensión práctica está James Davies (“When
Men Revolt anda Why”) quien señala cuando sí y cuando no se producen
estallidos o explosiones sociales. No en sociedades tradicionales estables y
estáticas. Sí en aquellas que vienen de un largo período de aumento de los
niveles de vida y de altas expectativas que de golpe se estrellan o comienza un
proceso de reversión abrupto produciendo un descontento súbito. Esa expectativa
sostenida de capacidad de satisfacer necesidades rota de improviso produce un
estado de frustración que muestra una realidad distinta de la esperada. Al
contrario, cuando el deterioro es gradual, aunque sostenido, la inexistencia de
alimentos, medicinas, libertad o seguridad, conlleva a un estado de ánimo de
supervivencia, de adecuación, de resolución de la escasez como asunto personal
o familiar en lugar de uno proclive a las rupturas.
No basta el malestar de las clases medias o de más
bajos recursos, se requeriría a los profesionales y a los intelectuales
ejerciendo liderazgo pero, señala Davies, están condicionadas por vínculos con
los detentadores del poder. Condición necesaria sería deshilachar esas
conexiones. Ese retroceso hacia la acción colectiva sobreviene en un cuadro de
quiebra, de colapso de la moneda, de corrupción desatada, de un ejercicio
inadecuado del poder, ante una población inerme por la caída gradual que la
hecho reducirse al hábito de las colas, del “arregle”, como podría considerarse
usando un venezolanismo.
De manera que este profesor
emérito de la Universidad de Oregón, al afirmarnos que es condición para una
explosión social un cambio repentino de suerte después de un largo período de
crecimiento y de expectativas saturadas, y al agregar como improbable que un
pueblo se rebele cuando está en la más miserable de las situaciones, para
tratar de hacernos entender su teoría denominada “Curva J”, explica como el
sobrevivir día a día anula toda capacidad de reacción. Esa “Curva J”, también
conocida como "Davies' J-Curve" tiene su plantilla matemática que muestra a las
revoluciones como una súbita inversión de fortuna, un desarrollo económico
seguido por una depresión, una representación matemática de una “J” cabeza
abajo que excluye la adecuación gradual pues llega el momento en que sólo
importa la supervivencia personal o familiar, una excluyente de toda acción
colectiva.
No podemos dejar de mencionar la
acción de los gobiernos para contrarrestar la posibilidad de la acción
colectiva. Desde recompensas a la fidelidad hasta la falsificación de
situaciones pasando por efectos distraccionistas, tema abordado en otro de
nuestros textos. Llegando al límite de este breve texto puede suponer una
indiscreción citar a Maquiavelo, pero desde “El Príncipe”, pasando por “La historia de Florencia” hasta los “Discursos sobre la Primera Década de Tito
Livio” el florentino siempre nos dejó claro que el gobierno que se defiende
de la acción colectiva jamás actúa para reparar o para hacer justicia, sólo
castiga para prevenir.
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