Teódulo López Meléndez
Es de suponer que cuando se da una noticia se está revelando el contenido
de una información que nunca antes había sido comunicada, se está entregando un
hecho novedoso, lo que algunos han denominado en la teoría de la comunicación
un “recorte de realidad”.
La entrega de este acontecimiento nos obliga
a recordar que por tal se entiende un evento o una situación que ha adquirido
un relieve tal que amerita ser comunicado, aunque pueda ir desde una
calificación de histórico hasta meramente banal. La repetición del mismo
acontecimiento convertido en una “noticia” permanente bien podría ser definido
como propaganda, muy contrario al sentido filosófico el cual implica alteraciones
con consideraciones sobre espacio y tiempo y disquisiciones sobre cómo deben
ser entendidos, si como proposiciones o hechos con identidad dependiente de los
conceptos en que están enmarcados.
Determinar lo que es una noticia, definámoslo como el criterio de noticiabilidad es, en el mundo de los massmedia, e incluso
en el de la Torre de Babel que la tecnología ha impuesto en las llamadas redes
sociales, un tema de alta complejidad. Una
noticia no parece ser lo que está
aconteciendo. Los hechos en sí mismos pueden ser la noticia, su reconstrucción, bajo previa selección, un hecho
informativo. No obstante, la conformación de lo que antes se llamaba “opinión
pública”, concepto también disminuido, encuentra en el cúmulo de informaciones
lo que entiende por su conocimiento, uno que contiene todos los elementos de la
selección, de las formas de procesamiento y de los valores que se han
amontonado sobre el hecho original. Es lo que algunos llaman “realidad
construida”. Es así como el concepto de noticiabilidad
se hace patente, desde el aparato informativo controlando y gestionando
hasta los usuarios obsesos de redes sociales repitiendo en círculo. La noticia no goza, entonces, de una
inocencia originaria, más bien de una
entremezcla de suceso, de medio, de público y de empresas. Podemos citar la
posibilidad de que un suceso se presione para su conversión en noticia o se repite hasta convertir en
tal el hecho irrelevante, disquisiciones que hacemos ante el amontonamiento de
los periódicos en los puestos de venta, lo que no se debe solamente a la
presencia de Internet y a las versiones web de los periódicos, sino a otra
circunstancia que puedo apreciar en mi país: desinterés por la noticia.
No
sólo parece tratarse de noticia como sinónimo de “mala noticia”; quizás
que en el panorama específico de un país la ausencia de noticia ha
pasado a convertirse en sinónimo de “buena noticia” o a la espera de una noticia
que la historiografía pudiese definir como “acontecimiento histórico”. Puede
deberse a una distorsión permanente de la noticia, especialmente en un
país donde se pretende una hegemonía comunicacional donde un análisis somero,
digamos de las estaciones de radio FM de la capital, sólo para ejemplarizar,
nos revela alrededor de un 40 % transmitiendo consignas oficiales disfrazadas
de “hecho noticioso”, lo que nos lleva de nuevo a considerarlos, en cuanto a
credibilidad, según el viejo axioma de que más vale la fuente que la
verosimilitud del hecho. Por otra parte, la velocidad del hecho informativo,
adquirido en los teléfonos inteligentes, en la multiplicidad de blogs y en la
disponibilidad de Internet hacen de la novedad un hecho instantáneo que se
disuelve a pesar de que el elemento obsesivo haga a los “babelonios” girar
intermitentemente sobre él.
Otro elemento radica en las columnas de opinión donde se escribe
repetitivamente lo que una audiencia cautiva quiere oír, o en ejercicio de una
oposición política intrascendente o de manipulación distraccionista, o
paradójicamente en su opuesto, en una escritura que ya dejó de ser, por los
elementos mencionados, de algún interés para los lectores. Encontramos que la noticia es reproducida una y otra vez,
lo que en el periodismo del pasado era una virtud (que un medio se viese
obligado a reproducir lo publicado por otro), mientras que ahora lo que se
reproduce son las contradicciones y las manipulaciones de atribución del hecho
a unos causantes supuestos usados hasta el aburrimiento lo que convierte a la noticia repetida en un eco perdido, en
una merca consecuencia de una manipulación en la que caen, obviamente, sus
opuestos.
Puede argumentarse que estos criterios no
son aplicables, con exactitud, a la noticia
internacional, a lo cual se contra argumenta que tal no es relevante para un
país que no entiende de su importancia, que ignora los acontecimientos de un
mundo globalizado,- más aún, glocalizado- deben ser seguidos con especial
atención para entender sus propios sucesos internos y hasta para superar la
desidia de ignorar su propia historia. Si conforme a alguna definición “noticia
es aquello que hace hablar a la gente”, hay países donde no se habla del mundo.
Por lo demás, cabe una reflexión de la noticia como semantización, como estilo
lingüístico, en situaciones donde la corrosión del lenguaje ha llegado a sus
extremos, por haber perdido toda propiedad y en haberse convertido en un
amontonamiento de signos que se emiten con total irresponsabilidad llegando a
convertirse en significantes sin significados lo que, obviamente, lleva a
concluir que sin significados no hay significantes, comentario especialmente
aplicable a lo que hoy bien podría denominarse “periodismo ciudadano
electrónico”. Hay que admitir que la
degeneración de la palabra proviene fundamentalmente de quienes hablan como
actores públicos, de aquellos a los que los medios prestan atención por su
protagonismo político. Si la noticia
la consideramos, en teoría de la comunicación como un texto autónomo, sus
actores, especialmente en el terreno de la política, lo convierten en un texto
desechable.
Recordemos
ahora, en algunos aspectos, a Maxwell McCombs, el profesor autor de la teoría de
la agenda-setting (su último texto, Communication and Democracy: Exploring the
Intellectual Frontiers in Agenda-Setting Theory), ya conocida del
público interesado hace más de 25 años, por su abundancia sobre la agenda de
los medios sobre la pública, esto es, sobre la decisión de los medios de hacer
o no de un hecho una noticia., pero
más que todo porque ha alcanzado otros niveles, tales como la descripción de
los atributos en cuanto se refiere a la relevancia que se otorga a ellos, dado
que se establece que no sólo se determina sobre qué pensar sino también cómo
debe pensarse sobre ello. El asunto nos coloca en el nivel de la ética. Si la noticia, en un país determinado ha
pasado a convertirse sólo en el enredo verbal del establishment del poder y en el propio de quienes aspiran a
sustituirlo, caemos necesariamente en el tema de la democracia y en su relación
con las variantes de la agenda-setting, dado que, conforme a ella, podemos
encontrar en un país pérdida total de los elementos claves de la comunicación,
a saber, consenso, vigilancia y transmisión de la herencia social, convertida
esta última en una deformación de la historia. Dicho en otras palabras, la noticia oculta entre sus pliegues la
posibilidad de llegar a acuerdos, mientras aquí genera el desacuerdo, lo que ya
harta a sectores crecientes de la población. Es obvio que sin consenso no hay
democracia, mientras que si se divide entre dos sectores irreconciliables la noticia única radica en la ruptura, en
la inexistencia de democracia. En este país asistimos, además, al acoso a los
medios impresos con la carencia de papel o a procesos judiciales inéditos en la
historia del periodismo, como procesar a la directiva de un diario por una cita
hecha en su texto por un columnista de opinión. Concluimos en la identidad
entre noticia y democracia, no sin
olvidar, como la propia teoría agenda-setting lo muestra, las profundas
desviaciones ya señaladas hasta el cansancio por todo analista serio de la
comunicación. En cuando a la agenda-setting ha sido llevada a otros campos,
como lo ha hecho la profesora española Raquel Rodríguez Díaz (Teoría
de la agenda-setting, aplicación a la enseñanza universitaria) al
estudiar el papel de los profesores en sus alumnos, como hace McCobbs al
estudiar el papel de la noticia en
quienes la ven, oyen y leen. Aplicable, por supuesto, a las formaciones
mentales de los usuarios de las redes sociales, al avasallante diluvio de
falsificaciones de los regímenes dictatoriales, a la invención o a la
intrascendencia presentada como noticia.
Iremos, para concluir, hasta Anthony Giddens, no por su criterio sobre
una segunda modernidad, más bien por su concepto de “fiabilidad”. Las
diferenciaciones entre modernidad de los clásicos y este grupo de pensadores
europeos de los noventa son notorias, como las diferentes denominaciones, desde
segunda modernidad o tiempo social tardío moderno hasta sociedad global del
riesgo, desde sociedad postradicional hasta sociedad posindustrial, desde
hipermodernidad hasta sociedad informacional, hasta sociedad del conocimiento
con la revolución que implica. Quien escribe suele hablar de postmodernidad.
En el
tema que nos ocupa, Giddens (Consecuencias de la modernidad)
aparece por sus opiniones sobre la fiabilidad de los sistemas abstractos o
sobre las relaciones entre fiabilidad y competencia o entre fiabilidad y
seguridad ontológica. En otras palabras, si buscamos en la intimidad del receptor
de la noticia, encontraremos en buena
medida la vieja calificación lacaniana de “yoísmo”, pero aquí vista desde el
ángulo de la imposibilidad de relaciones sociales fiables, con sus
consecuencias de dispersión y de multiplicidad angustiante de desvaríos, porque
ante la desaparición de la noticia
como acontecimiento en su definición filosófica, cada quien anda buscando
construirse un yo que no puede pasar sino por un proceso reflexivo que aún no
se da.
Estamos en un nuevo orden que apenas se asoma, uno donde todos los
conceptos están en dudas, desde el de poder mismo hasta las ópticas culturales.
Giddens piensa que la fiabilidad estás puesta en capacidades abstractas y no en
individuos (lo contrario de lo que aquí acontece), para añadir que la característica
está en la posibilidad de resultados probables más que en una comprensión
cognitiva, lo que pone el balance decisorio en el individuo común más que en lo
que se denomina “sistemas expertos”. Su tesis sobre la reflexión de los
procesos sociales implica que esa reflexión continuamente ingresa en el
universo de sucesos explicados, se despega y reingresa. He aquí que hemos
reingresado la noticia.
Comentarios
Publicar un comentario