Teódulo López Meléndez
La prioridad del régimen es él mismo. Se mira
en las aguas procurando mantenerse coherente, tratando de evitar alguna pieza
se le desconecte o alguna facción pueda pensar ha llegado el momento de
abandonar el hermoso cuerpo del poder.
La Iglesia sale de las catacumbas airada por
un “Chávez nuestro” que parece haberla irisado mucha más allá de su deber
cívico de pronunciarse sobre la situación del país.
La llamada oposición duerme a la orilla del
bosque ya sin mirarse en las aguas bajo un castigo particular de Némesis, la diosa de la venganza, y sólo escucha su
propio eco bajo total abandono de la ninfa del mismo nombre.
El discurso al que los venezolanos están habituados es al de la doblez,
al del populismo, al de la demagogia. Respuestas no faltan al drama nacional,
más bien faltan oídos. Las “verdades” son eternas, pareciera imponer la lógica
de la epidemia nacional de “lugarcomunismo”, olvidando que ellas son
planteamientos generalmente aceptados que a lo largo de la historia se
desploman cuando lo hace la mayoría que las convirtió en Narciso.
La prioridad de cada sector del país es su propio sector, sin que nadie
recuerde que su imagen reflejada los obligará a lanzarse a las aguas como
consecuencia de tanto amor por sí mismo.
Así, sacudones no son más que anhelos de cohesión interna, sin mirada al
bosque donde las penurias de una crisis galopante anida, pero para ello habrá
cinco “revoluciones dentro de la revolución” ya que el asunto se trata de hacer
la revolución, porque la revolución es bella como Narciso, el mismo que se
niega a atender la ninfa de la economía pues miedo le da alguien llegue a
ocuparlo por encima de sí mismo. Se le suma que para tal fecha no habrá
pobreza, pues haciendo la revolución, revolución habrá.
Los subsidios no son eternos. Pueden y deben aparecer en circunstancias
específicas para ser suplantados por empresas focalizadas de producción social,
esto es, una preparación previa para luego impulsar el desarrollo sustentable
de lo humano. Y vale también para el espíritu, pues la convivencia con quien
mantiene subsidios no obvia manifestarse por los presos políticos, por la
inflación, por la escasez de alimentos y medicinas, pues habrá que recordar Narciso
no es más que un mito.
El lenguaje es la base de todo proceso cognoscitivo. Aquí el discurso
parece más bien una letanía, la condena de la ninfa Eco. El discurso obsoleto,
la recurrencia sobre el círculo de las pocas palabras de lo “políticamente
correcto” es obsolescencia, vencimiento de un tiempo histórico donde hay que
insertar otro discurso, pues las estructuras mentales tienen lenguaje y el
prevaleciente es tiránico. Con este discurso agotado se reproducirán los mismos
resultados y su inmenso árbol caduco impedirá la visión del bosque.
El nuevo discurso no se entiende. Es natural: a los oídos cimentados
sólo entra el viejo. Lo importante es que exista un nuevo discurso qué los
oídos se enterarán de la existencia de uno. La existencia de otro vocabulario
al menos impide el asentamiento definitivo del fracaso. Mientras, “haremos
cinco revoluciones”, una multiplicidad revolucionaria, o “llamamos al diálogo
gobierno-oposición rezando un Padre Nuestro”
o “protestamos a Nicaragua que ya llegamos al acuerdo de alianza
electoral para el 2015”.
Narciso rechaza a diario a su pretendiente país. Esperemos que el país
rechazado no se suicide a las puertas de las casas de Narciso. Qué no se repita
la versión romana según la cual el vidente Teresias arguyó, frente a la
consulta, que Narciso jamás se conocería a sí mismo. No obstante, la versión es
ratificada por redes sociales de desahogo incapaces de generar legitimidades
sustitutivas de las viejas y sus mitos.
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