Teódulo López Meléndez
Batir o sacudir, lidiar con la humedad, verificar la
madurez de los granos, pues las cosechas se pierden si no se desgrana o se
trilla, si no se separan a tiempo de las plantas. Presumen que ha habido un
cultivo, pues si nada se ha sembrado nada se cosecha.
Es tal el déficit ético en la Venezuela del presente
que no sólo se debe parecer honesto sino serlo, pues debemos voltear la
expresión dicha de Pompeya Sila, la segunda esposa de Julio César, en cuanto “la esposa del Cesar no solo debe ser honesta, sino parecerlo”, pues el juego de las apariencias es lo que
preside la vida pública venezolana de hoy y no la esencia para la asunción de
un comportamiento de cara al país.
Vivimos en la contradicción aparente, en una medición
constante de hasta dónde se puede llegar en el abuso de la poda de las plantas
antes de esperar que los granos vayan perdiendo su verdor y se muestren listos
para el consumo. Se pide al gabinete que ponga sus cargos a la orden y pasan
los días sin nuevo gabinete o se impone un control de consumo para luego
señalarlo como voluntario. A medida que el régimen se hace inviable en su tarea
de podar al país, el país se hace inviable por falta de siembra y de cosecha.
El país requiere de ejemplos como prédica. El país no
requiere de bacanales exhibicionistas de búsqueda de candidaturas porque la
única candidatura es el país. El país necesita saber que hay gente que coloca
los intereses nacionales por encima de los suyos. El país no está para
edulcorantes ni mediatintas. Hay q hablarle con una sinceridad rayana en la
crudeza extrema: la siembra que hemos hecho como nación a lo largo de nuestra
larga existencia requiere de criba para limpiar el grano de paja y tallos.
No podemos permitirnos otro grave retardo histórico
similar al que nos ocurrió el siglo pasado. No podemos autorizarnos a entrar en
una involución que nos va retardando como país. Debemos cambiar el retroceso
por un acelerado desafío de futuro. Hasta el cansancio hemos hablado de la
necesidad de un cambio histórico, uno que pasa por los desafíos entre los
cuales consideramos el esencial hacer entrar a este país al siglo XXI. Para
ello, el desgrane, la madurez del grano, y la criba, para limpiarnos de la paja
encarnada en este país somnoliento en un continuo recurrir a lo intrascendente,
a lo banal, a lo secundario, a lo meramente superfluo.
Poner a este país en el siglo XXI, es el foco y el
objetivo que todo lo abarca, en un siglo cuyo comienzo en verdad parece
retrógrado, pero desafiante como todas las épocas de transiciones y
aleccionador para el espíritu emprendedor de una nación que produzca alimentos
materiales y espirituales, que esquive los vientos tormentosos y se aposente
sobre la seguridad y la confianza a alzarse pragmáticamente como sitio hacia
dónde se volteen las miradas y en dónde se encuentren ideas y realizaciones.
El país debe limpiar los granos de la paja. El país se
consume en un accidente histórico propio de quien no tiene por costumbre
limpiar los terrenos de cultivo. Es nuestra tradición, dejar a la arbitrariedad
del clima la tierra o para que se erosione o para que por inercia asome tímido
algún tallo. Ya basta con nuestra inoperancia. Los pésimos gobiernos
autoritarios del siglo XIX o los ideologizados del XX, los manuales del
caudillismo de uno y los manuales del activista del otro, deben ser suplantados
por el encuentro de un cambio histórico que preciso de manera tajante en
“entrar al siglo XXI”.
El astrónomo, poeta, geógrafo y filósofo
griego Erastótenes se dedicó a medir la Tierra y luego a dirigir la Biblioteca
de Alejandría hasta su fin. Cuando estaba ciego y ya libros no había cuentan
que decidió morir de hambre. Aquí debemos hacer, para este país, de este anaquel vacío, una fructífera travesía
por este imperfecto siglo que nos tocó en suerte y de la falta de alimentos,
los del cuerpo y los del espíritu, fuerza para sacarlo de la ruina.
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