Teódulo López
Meléndez
El país está
citado. La lista de los citados es larga, como larga es la lista de quienes
deben presentarse a tribunales cada cierto número de días.
Este es un país de
sospechosos. Los sospechosos son citados. Algunos encarcelados son puestos en
la calle después de unos días presos para que se presenten a tribunales cada
cierto número de días.
Ya casi debe ser
imposible entrar con normalidad a un tribunal, pues son tantos quienes deben
presentarse que ocupan el espacio y el tiempo.
Se cita a
presentarse aquí y allá. La citación indica hay un expediente penal abierto,
una investigación en curso, algunos delitos en busca de sus titulares. Presentarse
implica una advertencia de juicio penal que puede abrirse, reabrirse,
aplazarse, o ejecutarse, conforme al comportamiento del citado.
Algunos de los
delitos son recurrentes y van desde un cáncer inducido hasta la publicación de
un artículo de opinión, desde una protesta callejera hasta un magnicidio, desde
un golpe de Estado hasta la mala suerte de haber estado cerca de algún suceso.
El país es
sospechoso. El país está bajo sospecha. Uno ve el comportamiento de algún líder
y su cambio repentino y uno sospecha el cambio se debe a que entró bajo
sospecha. Otros que están bajo sospecha se ponen agresivos para tratar de
demostrar que la sospecha no los ha afectado, pero marchan hacia la citación
como buen citado. Otros, con real sentido del valor, no modifican un ápice su
conducta y hacen y dicen lo mismo que hacían y decían antes de ser citados.
La juridicidad no
está bajo sospecha. Ella se marchó. Los juicios penales afloran y proliferan.
Ellos son culpables de no ser lo que aparentan. Los procesados no son ni culpables
ni inocentes, terminología propia del Derecho Penal no aplicable. Son sujetos
políticos sometidos a persecución, esto es, citados, arrestados, o entregados
por propia voluntad cometiendo estos el error que no debe cometerse: sobrevalorar las propias fuerzas y dejarse
llevar por el mesianismo de pensar que él procesado y preso es garantía de una
reacción dislocadora.
Los venezolanos
somos sospechosos. Los que opinamos y los que no. Toda opinión es sospechosa. Cada
expresión puede ser considerada como una solidaridad subliminal con un golpe de
Estado o, peor aún, con algún intento de magnicidio o, quizás, con la inducción
de alguna enfermedad. Pensar es sospechoso. Ser venezolano es sospechoso.
No presentarse a alguna
citación equivale a desconocer a un órgano del Estado, uno sobre el cual ya no
tenemos sospechas sino convicciones. Algún citado proclama “dictadura” y
denunciará “poderes secuestrados”, pero citado es y como citado se comporta.
Cuando hay mucha
gente en la calle algunos ya piensan se trata de alguaciles de tribunales
repartiendo citaciones o agentes de inteligencia haciendo lo propio. Algunos
citados ponen en las redes sociales sus citaciones casi como molestando al que
no ha sido citado. Es que han logrado crear una psicología de citados. El país
sabe que está citado.
La citación es
usada para darse golpes de pecho o para encogerse, dependiendo del actor
citado. La palabra citación es la de mayor influencia en el presente
venezolano. Es la reina del léxico. Cada día alguien es citado. Cada día se
anuncia que alguien fue citado. La cita ya no es a un café y menos a una
comida. La cita es a un órgano del Estado, a una policía de inteligencia o a un
tribunal. Si seguimos a este ritmo la citación marcará horarios, encuentros y
determinará las agendas. “Mañana no puedo porque estoy citado”, puede
convertirse en expresión normal en el país citado.
El país está en la
mayor de las normalidades, citado.
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