Teódulo López
Meléndez
Ernő Rubik inventó el famoso cubo que llevaría su nombre
como una simple herramienta escolar, como un instrumento para hacer entender a
sus estudiantes de arquitectura los objetos tridimensionales, pero había allí
un tema estructural representado en cómo mover las partes independientemente
sin que el mecanismo entero se derrumbara.
La resolución del
rompecabezas pasa porque cada una de las seis caras vuelva a hacerse de un solo
color. En este nuestro cada día hay fuego en alguna universidad, caen presos y
heridos, las “autoridades” enumeran cuántos de los estudiantes han sido sacados
de los campamentos para sumarse a la lista de detenidos, cada día sabemos de
alguna violación a los Derechos Humanos y una imagen de un joven en peligro nos
conmueve.
El cubo tiene extensiones
internas ocultas. No sabemos si el “diálogo” es elástico o si se realiza. A
veces escuchamos que una reunión desconocida ha sido aplazada y nos damos por
enterados que las piezas centrales de todas las caras son cuadradas, pero que
hay un ignoto mecanismo central para que todas las piezas quepan y giren
alrededor.
El
cubo tiene tornillos y cada cabeza de tornillo un resorte. Ello hace que el
conjunto se mantenga intacto, pero uno presiente que la escasez, la carestía,
la falta de agua, los apagones y la sangre de los estudiantes aflojan los
tornillos, aunque los operadores aprietan o aflojan para modificar la tensión
del cubo. Se pretende, como en las últimas versiones del cubo, poner remaches
en lugar de tornillos para que el cubo se haga definitivo, estable, pieza en
búsqueda de una suficiencia que podamos llamar coalición.
El
cubo tiene piezas aristas. Pareciera que desarmarlo sólo requiere resolución.
Las piezas centrales con caras coloreadas y las diversas combinaciones, nos
demuestran complejidades, aunque demostrado está que bastaría quitar una pieza
para dejarlo desarmado, para que deje de ser cubo, para que pase a ser
multiplicidad de piezas en busca de conjunto hacia la construcción de una
democracia de este siglo.
El cubo está lleno
de acciones juveniles y de silencios, de afirmación juvenil de voluntad y de
políticos negando, como cuando se produce la afirmación-negación de “mi partido
no irá a la coalición” o cuando se usa Twitter para negar en determinado sitio
de la ciudad exista una protesta.
Juegan con el cubo.
Han convertido al país en el cubo de Rubik. Lo han venido haciendo un
mecanismo-crucigrama sin palabras, sólo de colores a acomodar, de caras a poner
de un solo color, mientras el dictador del cubo amenaza con dejar sin asistencia
consular a los cientos de miles de compatriotas que viven en los Estados Unidos
o describe fantasiosos planes económicos que llenan los estantes a falta de
productos.
Las manos están
sobre el cubo. Cada día mueven sus pequeños cuadrados y en cada movimiento caen
venezolanos aplastados por las paredes de los pequeños cuadrados. El país debe
salirse del cubo. El desmontaje del cubo tiene vanguardia, lo que le falta es
reconocimiento a su condición de vanguardia que no parece dispuesta a cometer
los mismos errores de correr a ensartarse en los cuadrados para ser concejales
o diputados.
Las mentes no
pueden ser cuadradas. No pueden permitir las manotas sigan acomodándolos por
colores, atornillados para que el conjunto desafíe las leyes de la gravedad
política y permanezca como un cubo que flota en desafío de todas las leyes de
la física.
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