Teódulo López
Meléndez
La opereta parece
suspendida, inmovilizados los hilos de las marionetas, mientras la calle sigue
recordando la vigencia de un conflicto.
Apenas, en los
recovecos del poder, se escucha sobre cumplimiento fiel de los lapsos para
designar al nuevo Tribunal Supremo de Justicia; tal “apego a la norma” nos hace
olvidar desde cuándo se le vencieron sus tiempos a esos magistrados suplantados
por suplentes, aclaratoria esta última absolutamente
necesaria pues hay que recordar que los suplentes suplantan.
Interpelación de
John Kerry ante la Comisión de Política Exterior del Senado o los vientos
primaverales de la Roma “Santa” que mandan informaciones sobre el amor por las
islas vecinas o las declaraciones de altos funcionarios a la RAI, son las
fuentes para tratar de suplantar los puntos suspensivos que también consiguen
algún consuelo en las declaraciones de los cancilleres de UNASUR a la prensa
española donde se transpira el deseo de incorporar a algún dirigente
estudiantil a la mesa del “diálogo” aunque sea traído desde los hermosos
claustros de Columbia University.
Nada que la
canciller Holguín anuncia su nuevo arribo a Caracas a engrandecer sus ojos ante
lo que sus ojos ven o el imperturbable canciller Figueiredo se sienta cómodo
ante la ausencia de ese nefasto asesor de política exterior que ha minimizado
el profesionalismo de Itamaraty. No. Se mantienen los puntos suspensivos. Nadie
sabe si existen porque ya se acordó todo o porque nada es acordable. Lo único que
tenemos es la repetición diaria de que Ley de Amnistía no habrá, noticia que se
cuela entre los barrotes de los presos como si fuesen los papelitos que los de
Guasina, en tiempos perezjimenistas, se pasaban por los huecos abiertos en las
paredes de sus rústicas celdas.
Visto todo lo cual
nos lleva a recordar el 2003, con el célebre acuerdo firmado, para el más
absoluto incumplimiento, por el gobierno y la Coordinadora Democrática, cuando
no tenía patas de mesa, más eso que eufemísticamente se llama “las fuerzas
vivas de la nación”, dado que tales fuerzas entonces existían y hoy no. La
calle era comandada por esa Coordinadora, mientras hoy la Mesa no comanda nada.
Cualquier comparación entre 2003 y 2014 nos muestra clara la derivación totalitaria
avanzando implacable, pero también el desguace del formalismo opositor, pasado
de estampar en el famoso “acuerdo” incumplido el requerimiento de “separación
de poderes” hasta la realidad de hoy de pedir puestos en los poderes.
Sobre la calle se
va desde tiernos alegatos paternos convertidos en airada protesta “literaria”
contra esos desfachatados que persisten en perturbar los encuentros familiares,
hasta la repetición del lugar común “buscan un muerto”, como si la lista no
fuese larga y no tuvieran otro repertorio bucal no asimilable a esas
detestables expresiones como “trapo rojo” o “pote de humo”. O esa entrañable afirmación
“no saben por qué protestan”, respondida por la inmensa labor de los fotógrafos
que muestran los ojos de las más bellas jóvenes con máscara antigás o de los
muchachos a pecho descubierto.
Hay puntos
suspensivos. El “fiel cumplimiento” de los lapsos para el TSJ presagia el
altruista propósito de superar el lapso récord establecido por Kissinger y Le
Duc Tho en París, lo que llevó al negociador vietanamita a comprarse una casa
en la ciudad-luz y el gobierno francés garantizaba la privacidad, terminado
todo con la ocupación de Saigón por el ejército inspirado por Ho Chi Minh,
ocupación que todavía hoy nos preguntamos si era conocida previamente por el
zorruno Secretario de Estado norteamericano. Si lo quieren en jerga llanera
pueden llamarlo “nos quieren poner esta vaina como entierro e’ pobre”.
El enemigo es un
sistema político bicéfalo q solo puede ser enfrentado mediante un cambio
histórico que sustituya los puntos suspensivos por claros puntos sobre la íes. Las
posibilidades del país pasan por una insurgencia de sustitución de la clase
dirigente. Aquí no se trata de la resurrección de la democracia (la
representativa está muerta y no revive). Se trata de un parto de historia: la
liquidación de un sistema y el nacimiento de una democracia del siglo XXI.
Comentarios
Publicar un comentario