Teódulo López Meléndez
Los últimos acontecimientos nos han mostrado a la
clase política y hablar de clase política es recordar al sociólogo italiano
Gaetano Mosca pues fue él quien usó por vez primera tal término en la década de
los 40. No nos detengamos en profundidad en la teoría de Mosca,
fundamentalmente escrita para desvirtuar la tesis marxista de lucha de clases
ni menos en las objeciones de los gramscianos, pero sí quedarnos un poco en su
tesis de cómo esa clase se reproduce.
Pertenecer a la “clase política” es monopolizar el
poder y gozar de las ventajas consecuentes. En Venezuela existe una lucha de
clases, de clases políticas, una oficialista y otra “oposicionista” que centran
su batalla en la conservación u obtención del poder. Los hambrientos que lo
ejercen no se sacian y el hambre de quienes lo aspiran llega ya a niveles de
hambruna, a pesar de que la primera procura mantenerla con sobras.
Vemos así, mientras hay más presos, mientras
contabilizamos heridos y las cruces recuerdan a los muertos, como se afirma que
la protesta debe dirigirse a obtener lo que bien podría llamarse “una mejor
calidad de diálogo”, esto es, una negociación que implique la monopolización
del poder sobre la masa oposicionista y el disfrute de las ventajas
consecuentes. En esta “lucha de clases”, donde se omite por conveniencia “toda
actividad” “por respeto a la otra parte”, se olvida inclusive que la presencia
de mandatarios extranjeros en un país en conflicto es un simple apoyo a la
parte que domina el poder del Estado, lo cual es una injerencia inaceptable.
Es menester, entonces, superar “esta lucha de clases”.
Si la gente está descontenta deberá comenzar por formar en su seno una minoría
que comience a actuar como agente de la deposición de las clases políticas y se
ofrezca como se entiende el liderazgo hoy, no como una nueva clase, sino como
vanguardia alimentadora de un empoderamiento ciudadano.
Las clases políticas en Venezuela no han evolucionado.
La oficialista es una rancia de logia militar y la “oposicionista” una que
sigue dependiendo de antiguallas
partidistas erosionadas dónde se sigue viviendo del “financiamiento” de
los dólares y de los bolívares y donde, por obvias razones, los mejores puestos
son conquistados por quienes tengan más dólares y bolívares. Así se sigue
reproduciendo, diría Mosca.
El país venezolano, aún turbio en cuanto a concepción
política, comienza apenas a plantearse la patada en el trasero a las clases
políticas que protagonizan la lucha de clases políticas. Es menester, para que
esa nueva fuerza dislocadora nazca la
aparición de fuentes que logren el desajuste de las dominantes. Por lo que nos
toca sólo podemos hacerlo en el campo de las ideas y en la propuesta del
conocimiento, aunque se produzcan en el seno del oficialismo, para pánico del
flamante Ministro de la Desudecación, ascensos sociales que lo hacen temer
cambien de parecer. Quizás la conjunción de elementos sea la que pueda producir
los dislocamientos de unas clases políticas gobernantes, porque las dos de la
lucha de clases política venezolana son gobernantes, dado que la
“oposicionista” conserva lo que logra en las elecciones repetidas de dónde
emana su supervivencia.
Por supuesto que de las clases políticas viene la
reacción contra toda posibilidad de ser desplazadas. No les importan ni los
fracasos que convierten a un país en inviable ni los fracasos de un cuerpo
social que lucha desesperado, no por colocarlos a ellos en el poder, sino
reconquistar lo que llaman genéricamente “la libertad”. Es más, la situación ha
llegado a tal punto que los “oposicionistas” saben que una caída de la clase
política a la que se opone sería absolutamente peligrosa para ellos, pues
podrían emerger quienes no los llamarían a la nueva configuración del poder.
Así, la comodidad de la “lucha de clases” hay que mantenerla evitando que el
cuerpo social los disloque con el parto de nuevos dirigentes. Olvidan que la
historia muestra la caída de las clases políticas cuando ya han dado muestras
suficientes de no poder seguir ejerciendo la cualidad que las llevó al poder,
léase Chávez en la oficialista, léase “democracia” en la oposicionista. Todo lo
que pasa, lleno de fracasos, avances y retrocesos, ha sido intervenido,
condicionado, negociado por los actores que quieren hacerse “siempre” en la
vida política.
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