Teódulo López Meléndez Es obvia la relación entre política y conflicto. Cuando hemos abordado el tema hemos procurado obviar, en la manera de lo posible, la doctrina filosófica y jurídica que viene desde los tiempos más antiguos. Nuestro conflicto es uno que denominamos “perverso”, por su grado de intensidad en cuanto a efectos disociatorios. En efecto, la perversidad alcanza hasta plantearse en términos decisivos, pues afecta la unidad e identidad del cuerpo social mismo. Estamos en el caso de una acción de poder que pretende eternizarse sobre la base de una imposición de términos no consensuales. Ello implica desde el cambio del relato histórico aceptado hasta un trastocar vengativo de los términos de la represión. Es decir, estamos sembrados en una irracionalidad que afecta la amalgama social misma. Para lograr sus objetivos el conflicto procura hacerse permanente, sin un respiro, cuestión de cada día, ataque permanente a la otra mitad del cuerpo soc...