Teódulo
López Meléndez
“Encontramos razones que confirman nuestra creencia porque ya creemos:
no es que creamos porque hayamos encontrado suficientes buenas razones para
creer”
Slavoj Zizek
Tal vez deberíamos ir a
la representación simbólica de la realidad social para escudriñar los
supuestos reales contenidos ideológicos
del presente conflicto perverso o pasearnos por las definiciones siempre
contrastantes y polémicas de ideología.
Quizás nos inclinemos por recurrir a la segunda acepción de Bobbio, en
el sentido de que en el asunto ideológico lo importante no es la verdad sino su
valor funcional.
La representación tiene
una mezcla de elementos entre los cuales, sin duda, está incluida la ideología,
sobre todo y a nuestro entender, como elemento afectivo que moldea la visión,
procesa la información y determina comportamientos derivados de esa
representación. Esto es, al lado del elemento afectivo hay uno normativo y
también uno cognoscitivo. Entre los tres forman una conciencia social.
El planteamiento del
“socialismo del siglo XXI” provee de una autovaloración y de una justificación,
en pocas palabras, otorga la fe, como concede una autorización para determinar
lo bueno y lo malo y, en consecuencia, un movimiento actuante. El contenido
ideológico otorga la especificidad necesaria a una eficacia. Así sucede a pesar
de ser una noción del marxismo ortodoxo el ‘fin de la ideología” al
considerarla como típico producto del capitalismo y en consecuencia innecesaria
al término de las relaciones de dominación. De manera que hablar del
“socialismo del siglo XXI” como una teoría de base sólida o como verdadera o de
efectos perniciosos es absolutamente banal puesto que lo único que interesa a
los efectos del conflicto es su eficiencia práctica, dado que otorga coherencia
en el ejercicio del poder.
La identificación no proviene de alguna racionalidad,
más bien de las connotaciones subliminales. La identificación proviene de “una
oferta de vida”. Esta forma va desde lo trivial hasta lo supuestamente profundo
que permite la expresión ‘daría mi vida por el proceso”. En situaciones como la
presente venezolana el elemento ideología contribuye grandemente a la
radicalización de los opuestos o, si se quiere, a determinar el grado de
intensidad de lo que hemos denominado polarización.
Frente al hecho encontramos la radicalización de los
opuestos, pero ahora nos interesa destacar el llamado a la reconciliación y al
diálogo. Es evidente que la eliminación del antagonismo, tal como lo hemos
descrito, resulta muy difícil porque ya se ha erigido como elemento
constitutivo del ordenamiento social. El constante ataque a la “burguesía” nos
lleva a considerar al Marx del La
ideología alemana donde se define a la ideología” como una falsa conciencia
de posición de clase. Si en el caso venezolano estuviésemos viviendo un
enfrentamiento de los trabajadores contra la burguesía, lo que no es cierto
para nada, podrían explicarse los ataques a los que hacemos referencia, lo que
a su vez nos obliga a señalar el elemento ideológico como uno distorsionador y
falso, producto de resabios de un Marx mal entendido o simplemente de uno
dejado en su contexto histórico. Por este camino la única posible conclusión es
que “la construcción del proceso” sólo es posible excluyendo de manera
definitiva a un sector de la población como condición necesaria para la
posibilidad de logro revolucionario.
Creo existe una ignorancia supina del pensamiento
postmarxista y/o neomarxista. Desde este punto de vista la única posibilidad de
atemperar los disentimientos es el abandono de la idea de liquidación y colocar
el enfrentamiento en términos de siglo XXI, lo que significa, por parte de
quienes ahora ejercen el poder, de la
admisión de la tesis de que debemos desechar las deformaciones conducidas por
las formas imaginarias. Por parte de quienes se le oponen la aceptación de
estar viviendo un proceso de reconstrucción social que implica la incorporación
de un elemento consensual que conlleve la construcción de un principio
comunitario frente a las drásticas consecuencias eventuales del enfrentamiento.
En buena medida, podríamos
hablar de un retorno a la política, si pensamos con el esloveno Zizek y su
inmersión en Jacques Lacan, que ese
elemento ideológico la forcluye y avanza a lo que se ha denominado
“consensualismo puro”, lo que deberemos leer, creemos nosotros, como imposición
totalitaria que pretende el objetivo imposible de eliminar la alteridad. Este
retorno a la política permitiría conformar lo que llamaremos a estos fines
específicos como “objetividad”, cuya ausencia, extrema paradoja no visible para
los ojos cegatos de los extremismos, impide la realización de lo social.
Creemos que su ausencia ha sido denominada fascismo.
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