Gestionar la incertidumbre



Teódulo López Meléndez

Así como es aplicable a lo social el principio de la incertidumbre es también posible gestionar esta incertidumbre. Hemos explicado que la primera crisis a enfrentar es la de las herramientas de visión, lo que implica o despojarla de los anteojos de suela que la fijan no más que en el llanto, la queja inútil y la descarga de rabia en las redes sociales, y en encontrar nuevas maneras de entender los significados.

Como el nombre mismo de incertidumbre indica hay que gestionar lo existente y paralelamente lo inexistente, pues habrá que moverse sobre las posibilidades que las acciones tendrán en el tiempo. Hay que dotarse de una teoría de la penetración social. Esta teoría no es novedosa. Si el cuerpo social está sembrado en un creciente individualismo que solo es combatido por una de las partes con propuestas de organización comunitaria, la conclusión será la de una profunda división con apariencia de insalvable. Las propuestas organizativas de los partidos políticos no son sustitutas pues han demostrado hasta el agotamiento no ser más que maquinarias de búsqueda del poder y nunca organizaciones de expresión ciudadana.

Hay que marchar, entonces, a la recomposición de un desarrollo relacional sobre la base de la ciudadanía, entendida como una vocación colectiva de ejercicio del poder. El brote individualista será la primera respuesta, seguida de inmediato por la ratificación de lealtad a los viejos líderes que los mantienen atados al conflicto. Crear confianza en un planteamiento que asegure no busca el poder sino el otorgamiento del mismo requiere de un esfuerzo constante de interacción que permita llevar la comunicación a su máximo grado.

Son estas tesis unas desarrolladas tiempo atrás por la psicología social. Hay que lograr un proceso de autorevelación que hemos denominado hasta el cansancio como conciencia. Hay que retomar el camino de remachar una identidad social hoy perdida en el caso venezolano y, obviamente una identidad cultural. Acostumbra decirse que los tiempos de crisis son siempre buenos para quienes tienen el sentido de la oportunidad. En términos sociales está más que demostrado que esos tiempos son buenos para el brote de las decisiones aparentemente complejas salidas de los límites de una rigidez impuesta, de un azar llamado incertidumbre y de una efervescencia caótica. Edgar Morin la ha descrito muy bien al señalar que no se trata de que una esencia sea compleja, sino que implica tanto unión como multiplicidad y el encuentro final con lo indecible.

En otras palabras nada complejo se hará único. En términos políticos, en una sociedad que medianamente ha comenzado a pensar, la libertad toma el sitial clave y todo planteamiento reductivo a su propia “verdad” no tendrá ninguna posibilidad de éxito o preeminencia. Significa que hay q escapar del pensamiento reductor que no ve más que los elementos y de su opuesto que no ve más que el todo. La incertidumbre no podrá ser eliminada, sólo gestionada con un pensamiento cognoscitivo.  Una clara conciencia político-social permitirá, para seguir con los términos de Morin, una “traducción” adecuada del mundo exterior que, señalamos nosotros,  agota a los participantes en un círculo vicioso.

El ejercicio de pensar es altamente peligroso pues destruye viejas creencias y saca de antiguos encierros. Un paradigma controla al discurso. El discurso sólo puede cambiar si se cambia el paradigma. Todo nuevo paradigma es un planteamiento de incertidumbre, pues genera ideas que deberán ser sometidas a prueba. Ninguna de ellas llegará para quedarse por los tiempos.

“Gestionar la incertidumbre” es una expresión grata al mundo económico-empresarial que se plantea como afrontar los cambios sucesivos de las primeras décadas del siglo XXI, pero es, al menos a mi modo de entender, una expresión útil en el campo social, entre otras cosas porque en la especificidad de la política ya el liderazgo no está vinculado a la capacidad para crear certidumbre sino más bien, y precisamente, para gestionarla. Más aún, el líder verdadero es el que suministra los insumos para acrecentarla, en el sentido de lograr que una sociedad estancada en el pantano de una crisis rompa moldes y obtenga, mediante la reflexión sobre las ideas, la luz necesaria para cambiar su presente.

Parece tenemos estructuras dirigidas a generar mediocridad. Así nunca generaremos un cuerpo social “resiliente”   capaz de inventar, de innovar, de gestionar la incertidumbre.

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