Teódulo
López Meléndez
En Así habló Zaratustra recordamos como
Nietzsche habla de la transmutación de todos los valores. Pensando en la
realización de prospectiva del futuro nos preguntamos si este último es posible
de construir en un país atrapado en certezas y que olvida todo cambia. Tampoco
podemos dejar de recordar que esas certezas de los observadores les vienen de
la posición en que miran al objeto país y que la narración es sólo eso, la
instrumentación de las técnicas para hacer posible el trascurso del relato.
Si vemos sólo lo que queremos ver, cada uno encerrado en sus certezas
equivalentes a ficciones, viviremos en un eterno presente. Si no es posible
mover a los observadores será igualmente imposible una actualización de las
miradas con el consecuente enterramiento en un presente continuo. Queremos
señalar como imposible la prospectiva del futuro si no se sale de la mirada
rutinaria.
La mejor manera de
construcción del futuro es alimentar el presente con él. Nadie pide la
sustitución de una ficción por otra. Lo que se requiere es hacer de la mirada
una complejidad de interacción. Si nos sentamos en las creencias sin dotarla de
visión el presente se asienta y el futuro se torna esquivo. Michel Foucault los
llama ‘sistemas de transformaciones”. Prospectiva es una manera de mirar a lo
lejos y de lejos. Quiere decir que la
búsqueda del futuro no pasa por un análisis de las evoluciones posibles del presente
sino por conjeturarlo. La determinación de cómo llegamos al presente es la
primera pregunta, lo que se denomina retroceso retrospectivo hasta arribar a un
retroceso prospectivo que determina, vía imaginación, la posibilidad de lo que
viene.
En términos heredados de la tecnología se puede hablar
de “gestión de la innovación”. En ese campo encontramos expresiones tales como
aquella que indica que la mejor manera de predecir el futuro es creándolo uno
mismo. Nadie pretende que esta inerme sociedad venezolana olvide el presente.
Lo que nos permitimos recordarle a esta sociedad venezolana es que encerrada en
el presente se ha olvidado de pensar el futuro y, en consecuencia, ha
contribuido a eliminar lo político, pues el futuro es una construcción
eminentemente política.
La mirada sobre el presente tiene que provenir del
futuro. El político que mire el presente desde el presente perdió la capacidad
de soñar, pues no podrá influir al presente hacia una transformación y
constitución del mañana. Si no se tiene la visión del futuro toda actuación
sobre el presente no es más que un enterramiento de la estaca en el mismo lugar
con el único cambio del creciente hundimiento de la estaca.
Volvemos a Foucault cuando nos reclama percibir la
singularidad de los sucesos escapando de toda finalidad monótona. Quizás
podríamos alegar que debemos captar el futuro como su retorno e ir entonces a
todas las escenas y a todos los roles posibles, definiendo incluso las
ausencias (puede leerse en la praxis política como el fracaso en haber
alcanzado los objetivos propuestos) porque determinar lo que no ha tenido lugar
es esencial para definir el futuro, uno visto correctamente como una
construcción para poder decidir en el presente.
La sociedad venezolana está centrada en el
cortoplacismo, entendible por la gravedad de los sucesos que vive cotidianamente.
Uno de sus problemas es que el liderazgo tampoco encuentra tiempo para superar
lo omnipresente, aunque prevalezca, hay que admitirlo, su falta de talento. Han
olvidado que sólo la mirada desde el futuro hace posible la modificación del
presente porque sabiendo lo que se quiere los textos ficcionales del presente
se modifican hacia un relato pendiente de ser convertido en realidad mediante
la acción de lo político.
@teodulolopezm
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