Teódulo López Meléndez
Recordaba en las redes sociales que en un país normal
se suele otorgar a un nuevo mandatario unos cien días de “luna de miel”
mientras nombra su gabinete y toma sus primeras decisiones. Especulaba sobre
cuánto duraría en un país anormal como Venezuela lo que motivó que algunos
tuiteros ensayaran sus propias respuestas: Unos hablaron de 30 días y otros de
cien horas. La realidad fue más dura, pues no hubo tal espacio. La única verdad
es que el gobierno perdió todo chance de espera en un lapso comprendido entre
la proclamación y la toma de posesión o, si se quiere, en los segundos
siguientes al anuncio de los resultados electorales.
El gobierno ha ratificado con creces que no hay “luna
de miel”. Frente a la solicitud del candidato Capriles respondió con una
virulencia clásica y la ha estado repitiendo hasta lograr que, incluso antes de
su toma de posesión formal, ya no haya lugar a dudas sobre la necesidad de
mantenerse de frente. El gobierno no tomó nota de nada, a no ser algunos
sectores críticos que han manifestado su preocupación por los resultados y el
futuro de este denominado “proceso”.
Ha sucedido de todo, hasta la prohibición emanada de
Maduro de la realización de una marcha oposicionista lo que equivalió a una
suspensión de hecho de la garantía constitucional a la libre manifestación. La
Constitución establece ese derecho y nadie jurídicamente está autorizado a
prejuzgar violencia. La vía es la de un decreto de suspensión firmado por el
presidente y aprobado en Consejo de Ministros, pero aquí funcionó de hecho. La
reacción oposicionista de suspenderla es correcta, pues a nadie le cabe duda
que hubiese desembocado en penosos hechos de violencia con un saldo sangriento,
lo que no obvia digamos que la suspensión de hecho de una garantía
constitucional surtió su efecto y que es menester recordar cuando un político
convoca a una acción debe prever todas las respuestas posibles, pues, como en
este caso, una decisión correcta conduce a una derrota, pues la única conclusión
posible es que en el episodio que narramos el gobierno ganó.
Este gobierno entrante, desde sus pañales, está
actuando como una pésima copia, con una torpeza inigualable, con la
manifestación diaria de prepotencia y amenazas no correspondiente a la pírrica
ventaja electoral obtenida. Hemos oído todo género de amenazas, pero basta
citar la de “radicalizar la revolución” hasta la del presidente de la Asamblea
Nacional de no conceder la palabra a los diputados oposicionistas que, por
lógica, se mantienen en la postura asumida ante el resultado. Hemos oído toda
clase sandeces, como la del Ministro de Información que, refiriendo los muertos
habidos en la protesta, ha señalado a uno de ellos, hecho ocurrido en una
barriada de Caracas, como sucedida porque “no le perdonaron haber sido
adjudicatario de una vivienda”.
La conclusión es que en el gobierno no hay la menor
inteligencia, afirmación que alguno podrá calificar de Perogrullo, pero que
abre serias perspectivas sobre el futuro del país. Estamos frente a un gobierno
débil y tan torpe como elefante en cristalería y, más aún, tutelado “por
ahora”, como señalamos en texto anterior. El humor del país ha quedado de
manifiesto. El otro humor brotará en conformidad.
He planteado, seguramente a destiempo, es mi hábito, la necesidad de un gran diálogo, uno que
entiendo no es entre gobierno y oposición, sino entre los factores críticos de
ambos bandos y que incluye a quienes no tienen bando. La situación de un futuro
frágil obliga a adelantarse y comenzar a mirar la posibilidad de definir, bajo
una gran y seria discusión, la posibilidad de un proyecto común de país. Al
menos que por ahora se sepa que ese diálogo es posible y conveniente.
En nuestra fecha patria del 19 de abril tomará
posesión el inefable Nicolás Maduro y la irritación de la sensibilizada piel de
este país llegará a requerir dosis extras de paciencia. Luego bajará, pero
comenzará otra, la incertidumbre del futuro. Es allí cuando el diálogo entre
opuestos, no entre gobierno y oposición repito, sino entre quienes han
mantenido vivo el sentido crítico, pertenezcan a cualquier bando o a ninguno,
se manifestará como absolutamente indispensable a la reorganización de nuestro
futuro.
@teodulolopezm
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