El país holográfico




Teódulo López Meléndez

Caracas está aquí. Uno la puede percibir en todos sus sonidos y olores. Es falso que haya dejado de existir. Uno puede ver las bolsas de basura amontonadas y oír el incesante corneteo de los ciudadanos por cualquier nimiedad, apresurados como van a no se sabe dónde, haciendo uso de su cornetas porque una anciana esté cruzando la calle.

Para no tener dudas uno mira hacia el norte y allí está la montaña mágica, el Ávila, aunque sus colores no coincidan con la hora, tal como nos tiene habituados.

Todo está en orden, la ciudad está aquí. Uno cruza hasta el supermercado y la escasez es brutal y la inflación un inmenso mamut. Los portugueses de la panadería se las arreglan para hacer el producto, aunque sepa a todo menos a harina de trigo. ¿Quién ha osado decir que la ciudad ya no está? Baste comprobar los motociclistas exigiendo paso y atropellando, abusivos y sin ley.

Baste salir un poco o conversar con los conocidos para enterarse de los últimos asaltos. No se logra entender quien ha osado proclamar que esto ya no existe. Baste ir al kiosco del vecindario para enterarse de las últimas intemperancias y de la violencia política.

Admitamos que la ciudad ha sobrevivido, pero que ha quedado aislada, que ha sido levantada como un último recuerdo. Veamos al país. Entonces uno verifica los accidentes de tráfico diarios por el mal estado de la vías o se sugiere un viaje al litoral central para reposarse en la playa y encuentra la misma vieja autopista agotada de la época perezjimenista y los nuevos edificios de la “Misión Vivienda” como una reproducción de la época soviética, pajareras atravesadas allí para connotar que será imposible algún desarrollo turístico futuro.

Debe ser un error. Volteemos la mirada hacia oriente u occidente. No hagamos caso de los reportes de los amigos. Son unos exagerados. El país existe. ¿Quién se atrevió a decir que había desaparecido?  Baste mirar al gobierno con su juego sobre la salud del presidente y observar cómo se alimenta con los sucesos de abril de 2002 en el mismo instante en que se niega una solicitud de gracia a un hombre enfermo apellidado Simonovis.

Es falso de toda falsedad que el país no exista. Está aquí, lo vivimos, no hay piedad. El país se alimenta de una cotidianeidad morbosa, de un deterioro establecido como norma. Uno recurre a la tecnología y todos los mapas muestran que existe, no ha desaparecido, es uno sin calidad de vida, quizás deberíamos decir que sin vida.

Sólo que las dudas asaltan. Si el país es real ¿cómo resulta imposible e inmodificable? Uno mira entonces las noticias para verificar que se suceden. En efecto, hay sucesos, los políticos declaran, el gobierno no gobierna, la oposición no hace oposición, todo se mueve para quedar en el mismo sitio. El país parece vivir en la más absoluta normalidad. ¿Cómo puede alguien dedicarse a verificar que existe? Claro que existe, los coches abruman y ya no caben, la gente va por las calles, la gente compra lo poco que se consigue, sus voceros públicos hablan. Una constatación mayor lleva a encender estaciones de radio y televisión y se puede ver que funcionan, los teléfonos suenan, hasta el clima parece ser el habitual de estos primeros meses del año.

La explicación debe estar en otra parte. Alguien ha incurrido en una suplantación. Esto no existe. Debe estar atravesada alguna patraña. Esta presencia debe ser falsa. Esto no puede ser real porque carece de espíritu. Las voces son repetitivas. No hay una ruptura que indique un cuerpo vivo. Esta realidad supone una monotonía no propia de un organismo que mueva adrenalina. Hay que averiguar que sucede. Esto parece, pero no es. Esto tiene todas las características de un simulacro, de una falsificación.

Hasta que al fin damos con el hecho. Alguien se llevó a la ciudad y al país. Alguien, con propósitos altruistas, de detener el deterioro, nos dejó una versión holográfica para impedirnos ver como seguimos cayendo. Esa alma caritativa nos impuso una visión holográfica de cuando aún era posible subsistir. Lo que ahora tenemos es un país holográfico y no estamos muy seguros las holografías sean modificables.

Comentarios