Entrevista en Buenos Aires: Análisis del 16-D



Entrevista en Buenos Aires

Teódulo López Meléndez analiza resultados del 16-D

Por Analía Gómez Vidal*



El domingo 16 de diciembre, Venezuela volvió a las urnas. Las elecciones regionales arrojaron otra derrota a la Mesa de Unidad Democrática, que sólo obtuvo 3 gobernaciones contra el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido oficial. Entre sus victorias, la oposición volvió a asegurar el estado de Miranda en el liderazgo de Henrique Capriles. Sin embargo, se evidencia que queda mucho por trabajar en la construcción de la oposición venezolana. Teódulo López Melendez analiza los resultados y la evolución de la política en Venezuela mientras advierte: “Es necesario llamar a un gran diálogo nacional con absoluto desprendimiento”.

El optimismo de la oposición venezolana, que supo alcanzar una derrota digna de la mano de Henrique Capriles en octubre, contrasta con el resultado de las elecciones del 16 de diciembre. ¿Cuán representativos cree que son estos resultados para usted?

En primer lugar, no se puede realizar un análisis de la contienda electoral que la oposición perdió estrepitosamente sin comenzar por reiterar el absoluto divorcio entre lo que se expresa en redes sociales (Facebook, Twitter) y la realidad del país. Esto demuestra  no sólo un uso inadecuado y contrario al que se les ha dado en numerosos y recientes episodios de la historia mundial, sino una muy especial incultura política de la clase media. 

¿Cuál es el peso real de la clase media venezolana? ¿Existe una sobrevaloración de sus percepciones que se proyecta y desinforma sobre la situación real de la política en Venezuela?

En Venezuela, se ha generado ascenso social con inserción en una clase media baja. La vieja clase media, que se mantuvo por décadas ajena a los asuntos públicos, reclama ahora soluciones mágicas que no aparecerán. He dicho muchas veces que los dirigentes políticos son producto del cuerpo social. Si no hay un cuerpo social que genere dirigentes para el momento histórico, siempre se sentirá sin protección. Los viejos elementos protectores (partidos, sindicatos, gremios, etc.) están en el máximo de la debilidad y esa sociedad a la deriva no logra tomar conciencia de su propio poder. Por otra parte, hay una escasez brutal en cuanto a la generación de ideas y pensamiento, trasnochados como andan los “dirigentes” en repetir desde hace medio siglo y, por supuesto, un cuerpo social que no presta la menor atención a lo que se genera.

En ese contexto que plantea, el nivel de abstención electoral de las elecciones del domingo fue cercano al 46%, un dato que muchos han remarcado como clave. ¿Está de acuerdo con su importancia? ¿A qué lo atribuiría?

Todos aquellos medianamente informados sabíamos que la abstención sería alta, como siempre lo ha sido en elecciones regionales, y aumentaría o disminuiría por los últimos acontecimientos relativos a la salud del presidente Chávez. Finalmente, aumentó, pero a estas alturas uno parece tener la sensación de que no tuvo una injerencia determinante. En definitiva, la abstención es apenas un elemento más en la consideración de los resultados.

Volviendo al análisis de la derrota opositora, ¿Cuánto de este resultado global se fundamenta en la exacerbación del apoyo chavista como demostración de apoyo aún ante sus circunstancias personales?¿Se puede seguir apostando por una oposición cuya fortaleza in crescendo pueda disputarle el poder a Chávez y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)?

Las causas de la derrota oposicionista se remontan al hecho de haber aceptado el orden de las elecciones: primero para presidente, después para gobernadores y luego para alcaldes, en un proceso de renovación de los poderes públicos de arriba hacia abajo que resultaba inaceptable. Luego, la aceptación de las fechas, por las que “líderes políticos” se lamentarían posteriormente de lo perjudicial de votar un 16 de diciembre cuando la gente anda ocupada en reencontrar familiares o comprar sus cosas para pasar la Navidad.

Esa inconsistencia, para ser benignos, es lo que caracteriza a una “dirigencia” inventora de excusas. Sumado a ello, un organismo electoral absolutamente tolerante con los abusos oficiales más todos los excesos de poder que por archiconocidos es innecesario inventariar.


¿Usted cree entonces que la derrota opositora reside más sobre las heridas provocadas por la ineficiencia estratégica de la oposición que por la capacidad de convocatoria y el aparato chavista?

Si no se entiende a un país, no se puede ganar ese país. Es cierto que la maquinaria chavista es fuerte y está sustentada sobre las mieles que el poder ofrece, pero también sobre una poderosa participación popular.  Para ganarse a un país hay que plantársele delante y decirle con meridiana claridad: “Esto es lo que queremos hacer de esta nación”.

¿Cuáles serían, desde su punto de vista, los pasos obligados de la oposición para mantener y ganar espacios hasta las próximas elecciones? ¿Cómo podría la oposición capitalizar su posición conciliadora para avanzar sin profundizar la polarización?

La llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD) no es más que una alianza electoral de partidos reducidos que pretendió erigirse como algo más. He señalado que esa “concertación” jamás sería alternativa válida frente a Chávez y que la única vía era la constitución de una “unidad superior”. No se puede enfrentar a un claro proyecto de país como el que encarna Chávez sin un proyecto de país alternativo. Se entró entonces a discutir entre “vieja” y “nueva” política con una exacerbada adoración por unos muchachos inexpertos.

El país venezolano carece de una clase política que merezca tal nombre. Los síntomas mostrados el mismo día de la elección no parecen ayudar. Lo más conveniente a los intereses del país sería que el presidente Chávez pudiera juramentarse el 10 de enero, pero si las circunstancias no lo permitiesen, sabemos bien que deberemos ir a una nueva elección presidencial. Suponemos, en ese caso, que será Nicolás Maduro el candidato del gobierno, en acatamiento a la voluntad del presidente Chávez, pero no podemos dar supuestos en el campo de la oposición.

Henrique Capriles Radonsky no debería hacer prevalecer su victoria en el estado de Miranda ni su condición de electo en primarias para rescatar para sí la condición candidatural. Debería, por el contrario, llamar a un gran diálogo nacional con absoluto desprendimiento porque de lo contrario lo único que lograría sería batir un nada envidiable récord de perder dos elecciones presidenciales en cuestión de meses. 

Respecto a la salud de Hugo Chavez, cabe remarcar que las elecciones regionales del 16 de diciembre fueron las primeras transcurridas en ausencia del lider bolivariano. Esto abre la posibilidad a una serie de especulaciones sobre el futuro de Venezuela, con la pregunta obligada: ¿Hay Chavismo después de Chavez?

“Cubazuela” han estado gritando por años algunos de los más dedicados opositores al gobierno venezolano. En ejercicio de una “boutade” que a la hora de la verdad no parece tanto, me atreví a hablar de “Mexizuela”, pues lo que aquí parece consolidarse es, en realidad, una experta manera de ganar elecciones con la perfección del PRI. 

Manteniendo su analogía entre el PSUV y el PRI, ¿cree usted que podría replicarse la experiencia mexicana  de transición sin violencia de 2000 en Venezuela, a la luz de la polarización que reina en la actualidad? Más allá de la posición oficialista de enaltecer la figura presidencial, ¿Cómo ve la recepción social de dicha estrategia en el futuro cercano?

La creo posible, y más que posible, imprescindible. Para ello, hay que hacer un esfuerzo de diálogo. En términos generales, debo decir que un liderazgo como el de Chávez no es sustituible, de manera que me permito observar que Nicolás Maduro debe insertarse en una dirección colectiva. En cuanto a la pervivencia de un chavismo sin Chávez, no mantengo dudas. La recepción social sigue, y seguirá siendo, grande, porque el chavismo dio voz y participación a los olvidados. En Venezuela podemos decir que hay otro país, uno que muchos no logran ver ni distinguir en su nueva cultura política. Pero quien detenta el poder tiene la mayor responsabilidad en lo que habrá de venir. En este sentido, me permito recordarle a Nicolás Maduro que él no es Chávez. Debe tratar acercarse más a un parecido con Eleazar López Contreras, en el sentido de comprender que sería transición y que toda transición exige apertura. 

¿Considera que los herederos chavistas, con Nicolás Maduro al frente, podrían ser parte de una transición pos-chavista exitosa? ¿Considera, en última instancia, que la clase política venezolana está a la altura del desafío que se presenta?

 No puedo adelantar una respuesta. Si es exitosa, dependerá de una visión de Estado que estoy reclamando con todas mis fuerzas. Deberán brotar nuevos liderazgos, lo que es fácil de decir y difícil de ver. He reclamado a mis compatriotas despojarse de las gríngolas y de los anteojos de suela. Los intelectuales solemos ser desoídos.

* Periodista independiente, Economista, Master en Política Internacional, Analista Junior en Federación Iberoamericana de Bolsas, Blogger in South American Business Forum, Presentador en FM 90.7 Autopista
Universidad Torcuato di Tella
Université Paris Dauphine

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