Teódulo López
Meléndez
En Venezuela no tenemos ningún problema
constitucional, tenemos sí un serio problema político que no puede despacharse
alegremente.
La Constitución señala una fecha precisa para la toma
de posesión del presidente electo que en este caso es el mismo saliente y cuya
ausencia por enfermedad es obvia.
La burlas sobre la salud del presidente me han llevado
a llamar constantemente la atención sobre la necesaria seriedad con que hay q
abordar este asunto, pero en las redes sociales se celebra muerte anticipada
con un desparpajo que mueve a reflexión. No se trata solamente de una
inexcusable manifestación de odio, sino de una inconsciencia rayana en la más
atroz irresponsabilidad.
Si no logra percibirse lo delicado del momento
político andamos muy mal. Lo que está planteado es el estado de salud del Jefe
del Estado encarnado por un líder fuerte que ha presidido a su voluntad al país
por más de 14 años. Jamás en la historia la eventual sustitución de alguien de
esas características ha sido fácil, como no podemos recordar una transición
donde no se produzcan luchas por cuotas de poder.
Las declaraciones originales producidas por el
presidente de la Asamblea Nacional que llevan a esta reflexión, solicitando una
interpretación del texto constitucional y sugiriendo una, las tomamos de
entrada como un ejercicio político, como una jugada de preservación de su
propio poder, no sin advertir que cuando se juega sobre un asunto de especial
sensibilidad nacional se corren riesgos que pueden salirse de control. No
obstante, quizás para no caer en la jugada de quien debería ser el presidente
encargado si se produje la ausencia del titular –demostración de un
desprendimiento del poder que forma parte de la jugada- el vicepresidente, no
sin dejar claro que para él el testamento es preciso y contundente, ha abierto
también la posibilidad de una consulta ante el Tribunal Supremo de Justicia. Y
más grave aún, la presidenta del máximo órgano judicial comenzó a asomar una
tesis sobre la “continuidad” que nos hace mirar la situación más allá de una
“boutade” o de un simple movimiento de acomodo de poder frente a los hechos.
El país corre graves riesgos con esta maniobra, pero
el chavismo también. Buscar la quinta pata del gato con interpretaciones dónde
no caben puede conllevar para el partido de gobierno la pérdida de una muy
buena posibilidad de victoria del elegido gracias al impulso de los resultados
de las elecciones regionales, pero también al callejón sin salida de perseverar
en un gobierno cuya legitimidad y constitucionalidad sería puesta en duda y con
un presidente Chávez cuya salud nadie puede garantizar. Colocar al país en una
situación de desconocimiento de la Constitución puede desatar los fantasmas. Me
he permitido decir que quien abre las puertas del Averno es el primero en ser
devorado por los demonios.
Ya existe chavismo sin Chávez, como lo demuestran las
elecciones regionales, hay un movimiento allí consolidado que sería arrastrado
al limbo si deciden tomar el camino de aplazar inconstitucionalmente la toma de
posesión presidencial. La oposición, por su parte, estaría desafiada a un
llamado de calle pues entre sus filas nadie entendería una omisión frente a una
jugada disfrazada de interpretación constitucional.
De manera que la situación en esta Navidad es
altamente preocupante. No hay ganancia para nadie en el cuadro hipotético que
se asoma, menos para el país. Quizás resulte para algunos inocente llamar al
mantenimiento de la sindéresis y de una frialdad de mente frente al hecho. Sin
embargo, debemos hacerlo. La suerte de la república no se puede jugar a cara o
sello.
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