Teódulo
López Meléndez
Como ves, aquí requiere
que ahora corras tan rápido
como puedas para
permanecer en el mismo lugar. Si
quieres ir a otra
parte, debes correr al menos el doble de
rápido que antes.
Lewis Carroll
La ciencia-ficción en gran medida ha
dejado de ser una actividad de los escritores de ciencia-ficción. La
ciencia-ficción ha pasado a convertirse en ficción realizable-ciencia,
obviamente de manos de los investigadores y de los científicos, incluidos los sociales.
Steven Johnson nos plantea en Sistemas
emergentes o qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software el
proceso que siguen las células del moho de fango que se organizan desde abajo,
como una metáfora que niega la ausencia de líderes como causa de la inacción o
la pasividad. Es el clásico ejemplo de una conducta ascendente o “bottom-up”.
Ya no existe un pensamiento centralizado sino una conjunción que destierra el
descenso de una línea para ser sustituido por una generación de inteligencia
que sube.
Marvin Minsky en La sociedad de
la mente va sobre la construcción de inteligencia artificial. Ya se
habla de la web inteligente, una que revolucionaría la búsqueda de información
y que nos haría ver al Google de hoy de la misma manera que hoy vemos a una
vieja Remington. Pero lo que nos interesa es su visión del cerebro como una
sociedad de agentes autónomos subinteligentes que al cooperar exhiben un
comportamiento global inteligente. La metáfora se aplica a una asociación de
seres humanos porque al producirse entre ellos una cooperación o interrelación
puede observarse de inmediato la producción de conclusiones de complejidad
creciente. Podríamos tomarle prestada al mejor alumno de MacLuhan, Derrick de
Kerckhove, su expresión “segunda piel” para hablar de un sensorium
humano que apenas ahora comenzamos a vislumbrar como un tejido de
inteligencia desaprovechada por el efecto individualista que pervive en esta
transición de un mundo a otro. Me atrevería a agregar a la teoría de la
“modernidad líquida” de Zigmunt Bauman –que explica la falta de cambio por la
existencia de una modernidad sólida incapaz de fluir- una expresión que se me
ocurre del latín y definir a la sociedad venezolana de hoy como un corpus
callosum sobre el cual debe aplicarse una buena dosis de comprensión.
La idea de una inteligencia colectiva es
uno de los temas predominantes en la investigación no ficticia de nuestro
mundo. Desde Steven Johnson hasta Howard Rheingold, desde Francis Heylighein
hasta Pierre Lévy, desde Marvin Minsk hasta el mencionado Kerckhove.
La idea que los abarca a todos es que
los sesgos cognitivos individuales puede ser llevada al pensamiento de grupo
para alcanzar un rendimiento intelectual mejorado. Es lo que se ha dado en
llamar la inteligencia colectiva. Podríamos también explicar argumentando que
se puede llevar a las comunidades humanas hacia un orden de complejidad mayor,
lo que, obviamente, conllevaría a otro tipo de comportamiento sobre la
realidad.
La inteligencia colectiva está en todas
partes, está repartida. Debe ser valorada y coordinada para llevarnos hacia la
construcción de las bases de una sociedad del conocimiento, lo que implica, de
entrada, el enriquecimiento mutuo de las personas. Si la inteligencia está
repartida, como realmente lo está, se modifican los conceptos de élite y de
poder, y se rompen los paradigmas del liderazgo, más aún, los de la soberbia,
pues reconocerlo implica desde ya una manifestación de humildad.
Ahora esa inteligencia repartida debe
ser sometida a una acción para que comencemos a conseguir la inteligencia
colectiva. Teilhard de Chardin, buen definidor de la persona por diferenciación
de individuo – y quien por cierto vislumbró la red informática con 50 años de
anticipación- habló de noosfera (conjunción de los seres inteligentes con el
medio en que viven) y lo extendió más allá al vislumbrar lo que los pensadores
de hoy llamarían el cerebro global.
Pues bien, la clave está, quizás, en
crear numerosas y pequeñas noosferas. Ello pasa por ver con menos
individualismo y en un contexto ético de alteridad. Es lo que en el humanismo
cristiano se denomina la sustitución del yo por un nosotros. Hay, sin embargo,
una razón más práctica que escapa a lo teórico-moral para insertarse en la
brutal realidad real: hacia adonde va el mundo o se sabe o se perece, o se
coopera o se fracasa, o se respeta o se es condenado.
Una buena manera de lograrlo es
ajustando los mecanismos de comunicación. La web inteligente que aparecerá en
cualquier momento podrá, por ejemplo, organizar la información que le interesa
exclusivamente a la comunidad de un barrio. La tecnología está al servicio de
la interacción. Los problemas de una comunidad específica seguramente son los
de muchas lo que conllevará a un contexto compartido. En este plano de intercambio
conseguiremos un mundo de significaciones lo que llevará a la movilización de
las capacidades. Ello pasa por identificarlas y reconocer la diversidad. El
primer paso es la aceptación de que estamos en la era del conocimiento y que en
consecuencia debemos actuar dentro de ese marco. La potenciación de las
capacidades parte de la conformación de un estado positivo que le permita
a la persona actuar con otros y conseguir la apertura. Y resultaría innecesario
agregar que el pensamiento que se genera de esta manera es libre y no sometido
a manipulaciones. Y también que no se trata de fusionar inteligencias
individuales en masa, sino de activar un nuevo modo de identificación. Esta es
precisamente la idea de la inteligencia colectiva.
Otros hablan de inteligencia conectiva,
para poner el énfasis en la conservación de la personalidad de cada quien, de
las ideas y del yo de cada quien. Esto es, la gente no piensa junta para llegar
a determinadas conclusiones sino que piensa junta para obtener valor de la
conexión y de la confrontación de ideas. George Siemens plantea la discusión en Connectivism
Blog: “Collective or Connective Intelligence?
Es admisible pensar que los científicos
sociales inventan palabras para distinguir sus tesis o inscribir sus nombres,
pero en este caso la distinción preventiva entre inteligencia colectiva e
inteligencia conectiva parece tener un sentido mayor. En cualquier caso,
Siemens nos envuelve la suya en aspectos de neurociencia, ciencia cognitiva,
teoría de redes y en la teoría del caos, con sistemas adaptativos complejos. Si
bien podemos afiliarlo al constructivismo, no podemos dejar de admitir algunos
de sus principios básicos: la tecnología está alterando nuestros cerebros, ya
no es posible adquirir personalmente el aprendizaje que necesitamos y
necesitamos de la formación de conexiones. Así, las otras personas pasan a ser
“sustitutos del conocimiento”. Por otra parte la diferencia entre real y
virtual se hace cada vez más tenue. E insiste en la necesidad de evitar el
efecto dañino de los controles, que es al fin y al cabo la premisa básica de su
libro Knowing Knowledge. Qué Siemens cuestiones a los
educadores y a la educación que actualmente se imparte es importante porque,
sin duda, habrá que cambiar los métodos tradicionales. Así lo podemos resumir:
enseñar es conectar personas con oportunidades, experiencias con conocimientos,
es ayudar a que se establezcan una o más conexiones, conectar experiencias,
conectarse a una experiencia, conectar para que otros aprendan a conectarse,
conectar personas con contenido, conectar personas, es enseñar a des-conectar.
Inteligencia colectiva o inteligencia
conectiva, pero inteligencia organizada. Nunca está de más recordar la famosa
expresión de Teilhard de Chardin: “Nada hay en el mundo capaz de resistir
el empuje convergente de un grupo de inteligencias organizadas”.
II
"El pensamiento
tiene cada vez más efecto sobre la realidad".
Derrick de Kerckhove
Efectivamente, la realidad es
sustituible siempre y cuando se tenga clara la nueva realidad. Para ello es
menester el diseño colectivo de un proyecto que pasa por una inteligencia
colectiva o conectiva, en cualquier caso organizada. Los medios tradicionales,
como las monarquías mediáticas y las tecnologías del tiempo real, no lo
permiten. Quizás este proceso de paso a las nuevas tecnologías y a su uso en la
construcción de redes de redes pueda denominarse uno del homo sapiens a
un homo ciberneticus. Lo que debe quedar claro es que el lugar de
esta mutación antropológica es el lugar político. Si no reinventamos la
democracia no habrá futuro y para ello es menester que el cuerpo social genere,
mediante su constitución en colectivo inteligente, las herramientas
necesarias para lograrlo.
El espacio de esas herramientas es el
conocimiento, el poder de pensamiento, de un espacio dinámico y vivo donde se
transforman cualidades del ser y maneras de actuar en sociedad. Pierre Lévy,
quien sin molestarse mucho por los nombres sigue hablando de La inteligencia
colectiva, nos recuerda que ahora se trata de un espacio
moviente y paradójico que nos llega también del futuro, uno donde, donde no
podemos limitarnos a los problemas de la supervivencia y del poder como ha
acecido hasta ahora con la extinción y división de las inteligencias.
Hay un cosmos en mutación y debemos
ponerle nuestras rúbricas, firmarlo abajo mediante nuestra reinvención
colectiva como especie. Apenas tenemos esbozos, pero el camino se hizo para ir
hacia adelante y lo lograremos si nos mostramos los unos a los otros y vamos
así logrando los instrumentos técnicos y conceptuales. Lévy nos dice que “…el
proyecto arquitectural mayor del siglo XXI será imaginar, construir y
acondicionar el espacio interactivo y moviente del ciberespacio”. Para
precisarnos luego que inteligencia no es meramente conocimiento sino un
trabajar en conjunto que conlleve al reconocimiento y enriquecimiento de las
personas.
Es, fundamentalmente, un asunto
político y un asunto de la democracia.
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