Teódulo López Meléndez
Asia Oriental alberga a tres países con herencia cultural emparentada y con muchos rencores históricos entre sí: China, Japón y Corea. Aún subsisten las heridas de la colonización japonesa sobre Corea y la ocupación del territorio chino, pero también la división de dos de ellos. Allí están las Coreas y Taiwán. Es necesario, entonces, un entendimiento político mayor para que el Asia Oriental en su conjunto sea una fuerza determinante en la política mundial del siglo XXI y especialmente en los demás “mundos’ de este continente. No podemos adelantarnos a la posibilidad de unos acuerdos que hoy tocan lo más álgido de la región. En cuanto al terremoto y tsunami japonés todos los expertos indican sólo tendrán un impacto negativo en el comercio rápidamente recuperable por la demanda que exigirá la reconstrucción.
China planteó en su momento adherirse al tratado de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), sobre la base de la fórmula "diez + uno". Y Japón siguió su ejemplo, sugiriendo la fórmula "diez + tres" (China, Japón y Corea del Sur). No ha faltado quien proponga que China, Japón e India se conviertan en los pilares de una versión asiática de la OTAN.
Como ya hemos dicho, es posible que China se convierta en la primera economía mundial para el 2020. Su mezcla entre sistema económico abierto y sistema político cerrado aún presenta problemas, tanto en el sistema financiero como en el atraso de sectores colectivistas, en problemas de transporte y en una recurrente corrupción. Su acción en el medio internacional se nota en la influencia ejercida para aminorar la reciente crisis económica, procurar la reforma del sistema financiero internacional y contribuir a la recuperación.
Una de las mejores decisiones chinas ha sido el de poner límite de edad a sus dirigentes, los cuales deben retirarse a los 70 años. Ello permite el recambio generacional y creemos que ayuda al abandono de la obsesión por el crecimiento económico centrándose en los efectos de orden social y ambiental. Es posible también que China supere la concentración en las exportaciones y dedique tiempo a la conformación de un mercado interno sólido. Si atendemos a lo que dicen sus líderes actuales en efecto están apuntando a una pauta de consumo interno que sostenga el proceso. Encontramos a una China preocupada seriamente por el bienestar de su población, por un desarrollo científico autónomo, por el incremento de la eficiencia energética y por la protección del medio ambiente. Uno de los asuntos centrales será la creación constante de empleos.
En el plano exterior continúa tejiendo una red de influencia en todo el mundo, especialmente en Asia. Allí, como hemos mencionado, tiene el asunto de Corea del Norte, donde juega en todos los sentidos, manteniendo la ayuda económica parasitaria, presionando o no para la desnuclearización, pero preparándose igualmente ante la eventualidad de una reunificación. Busca proteger a Irán de sanciones de la ONU porque considera que la presión norteamericana sobre los persas forma parte de su política de contención a China. Desde 2009 es el principal socio comercial de Irán, aunque esté por detrás de Angola y Arabia Saudita en el suministro petrolero a su creciente voracidad. La Corporación Nacional China de Petróleo se mantiene en plena actividad inversora, como en el caso venezolano. El pulso con los Estados Unidos por la revaluación del yuan (renmimbi en chino) reaparece constantemente.
Con América Latina mantiene relaciones diplomáticas y económicas con casi todos los países, realiza inversiones ya vitales para este subcontinente y ha comenzado a otorgar créditos para el desarrollo. Con África igual, pero también forma parte de las misiones militares de la ONU y hecho inversiones en agricultura, sistemas de riego y de salud, involucrándose en programas del organismo mundial para mejorar la situación en Uganda, Ghana y Mozambique. Se ha involucrado en el espacio ex-soviético convirtiendo a Kazajstán en su segundo aliado comercial. Su presencia en las actividades de la ONU ha crecido notablemente. Se ha hablado mucho de la voracidad china por el petróleo. En efecto tal voracidad existe, pero también una conciencia de generar fuentes alternativas y de cuido al medio ambiente. Está claro que tal consumo de energía sigue siendo un tercio de lo que consume Estados Unidos.
¿Hacia dónde va China? Peter Franssen escribió un libro bajo este título, uno del cual se puede discrepar o coincidir, pero que, en cualquier caso, constituye una visión absolutamente necesaria para hacerse una idea clara sobre este país por la cantidad de valiosa información que contiene producto de una investigación a fondo. Si marchamos o no hacia una nueva guerra fría a mediados de este siglo, cuáles serán las inclinaciones finales del gigante chino o si asistiremos a una mejoría notable en el campo de los derechos humanos y de la vida democrática (hoy mancillados con la represión o censura contra Internet por miedo al contagio de las revueltas que sacuden a parte del mundo y con la intolerable prisión de buen número de disidentes) son cosas que están por verse.
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