11am: Minuto de silencio




Teódulo López Meléndez

Los detalles los sabemos, basta enumerarlos sucintamente: la página web de Sarah Palin apuntando con una diana a los supuestamente más débiles candidatos demócratas o la recolección de fondos por parte del aspirante del Tea Party a desplazar a la representante Gabrielle Giffords en sesiones de disparos de M-16. Los detalles del detenido por los hechos ya los sabemos: joven fracasado, marihuana de vez en cuando, alegatos en Internet.

Los detalles son los de un crimen. La creación de un clima de violencia mediante un exacerbado leguaje que se siembra en un muchacho como muchos. La prensa norteamericana es dada a los detalles y averigua entre vecinos y compañeros de estudio. Qué haya fumado marihuana puede ser hasta irrelevante. El mismo Bill Clinton confesó en alguna ocasión haberlo hecho mientras estudiaba en la universidad. Lo relevante es que la siembra del extremismo siempre consigue una mente propicia a convertirse en gatillo alegre. Los venezolanos lo sabemos bien.

El asunto realmente interesante es el trasfondo de una sociedad. Un presidente empeñado en cambios importantes y un viejo Estados Unidos que se revuelve sobre sí mismo. La aparición del Tea Party condicionó las pasadas elecciones legislativas y colocó al viejo Partido Republicano bajo una presión extraordinaria de concesiones en aras de obtener la victoria. Las consecuencias se dejan ver.

Parece evidente al momento en que escribo que lanzar acusaciones directas es un absurdo y una irresponsabilidad. El presunto asesino actuó solo, nadie le ordenó disparar. Una simple mente propicia a convertir en hechos un lenguaje irracional de violencia. Pero hay un trasfondo, un clima, una realidad en la vida norteamericana. En primer lugar la reacción contra toda iniciativa del gobierno que exige reducirlo a su mínima expresión. He dicho que eso lo hace a uno recordar otras épocas, como los grandes ataques de Henry Ford contra Franklin Delano Roosevelt.

La crisis financiera que azotó al país del norte fue producto de la ausencia de normas capaces de restringir la avaricia y la acción desenfrenada de los mercados. Apenas saliendo de la crisis irrumpe el Tea Party contra el “gran gobierno” que estaba obligado a controlar las fluctuaciones salvajes y a poner orden. Los Estados Unidos conservador, el país subterráneo del rifle y de los anhelos de retorno a lo primitivo, brotó con toda su fuerza y frente a un presidente reformador, demócrata y de color. La contradicción es evidente entre la necesidad de control para mantener al país en la superficie y lo que brotó desde debajo de esa superficie.

La intemperancia se asomó con fuerza brutal. La reforma sanitaria impulsada por el presidente Obama procurando equiparar a su país a aquellos que tienen una cobertura a la totalidad de la población fue convertida en un reclamo de protección a los propios intereses dado los costos que involucraba cubrir a los nuevos millones de beneficiados. “El gran gobierno ha terminado”, volvió a escucharse desde los sectores conservadores de la ultraderecha encarnada en el Tea Party y desde un Partido Republicano casi asombrado ante el brote y al cual debía hacer concepciones para lograr la victoria electoral. Una victoria electoral costosísima porque los disparos y la muerte en Tucson colocan al país frente a serios dilemas. Todo ha sucedido en Arizona, donde no podemos olvidar la existencia de una extrema ley anti-inmigración.

El presidente Obama ha sido enormemente prudente. Ha llamado a recapacitar, ha proclamado que sucesos como estos que tienen en terapia intensiva a la congresista Gabrielle Giffords y que dejó varios muertos no debe repetirse, mejor, nunca deben sucederse en una sociedad libre. El presidente actúa con equilibrio, sin buscar beneficios políticos inmediatos, como tiene que ser, pero como líder de la nación sabe muy bien la procesión de fondo que sacude al país que gobierna no se apaciguará fácilmente. Nadie puede anticipar los efectos de este suceso sobre la carrera política de Sarah Palin o sobre la fuerza del Tea Party, pero ya hasta ello parece secundario. Estados Unidos vive un delicado momento. Si bien la violencia, incluso magnicida, es por todos conocida en el ejercicio político allí, vemos en el caso de la representante demócrata un tumor maligno que sólo un altísimo grado de responsabilidad por la clase dirigente norteamericana podrá enfrentar con éxito.

Puede que estemos mirando a una vieja América que no comprenda que el imperialismo terminó y que es la hora de manejar las cosas de manera muy distinta.

El presidente ha llamado a sus conciudadanos a un minuto de silencio este lunes a las 11 am. Los que no somos ciudadanos de ese país por el contrario debemos hablar.

teodulolopezm@yahoo.com

Comentarios

  1. Excelente artículo! Sería bueno que lo tuvieran en inglés para darle mayor visibillidad!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario