por Rafael Rattia
Por bondad de su autor, Teódulo López Meléndez (Barquisimeto, 1945), confieso que he tenido el gratificante placer de leer y regocijarme en el singular poemario que ostenta el título de esta breve 'reseña literaria'; sí, esa pretensión tienen las líneas que siguen modestia aparte. Así son los avatares de la vida intelectual: cuando más deprimido está uno por los implacables impactos que ejerce la abominable 'realidad' real sobre nuestra frágil sensibilidad estética, justamente cuando uno está a punto de sucumbir ante la hórrida tentación del caos psíquico que genera esta 'asquerosa vidilla', entonces el cartero toca a tu puerta y ¡zas!, ahí está la redención provisional por medio de la poesía. Sin más preámbulos diré a mis lectores, ¿cuántos son, cuántos se han ido?, las impresiones que me causó el largo y sostenido canto del bardo larense, López Meléndez. Lo primero que impacta en MESTICIA es la pluralidad temática que exhibe este impecable ejercicio de fascinación imaginativa; desde el lacerante desasosiego dicho y vivido por el inmortal Fernando Pessoa, pasando por una especie de ars lingüística, no sin antes recorrer los insospechados territorios ígneos de la memoria, el exilio, la extranjía, la incertidumbre, la muerte, la Historia, la lluvia, la sed, el miedo, el deseo, la pintura y todos los presentimientos que suelen asediar las más altas cavilaciones de un auténtico poeta. Por ejemplo, hay un bello poema que, a modo de prolegómeno, el autor quiso titular 'Perdido' donde el lenguaje conviértese en borrasca y las sílabas caen, por doquier, heridas, sin códigos. Son palabras del poeta; sólo me remito a transcribirlas como acto de fe. Este escritor patentiza una vasta y sólida cultura universal en la que se destaca un cierto escepticismo en torno al poder descriptivo de la palabra que funda la realidad objetiva. Tan sólo puedo testimoniar un tono desafiante en la confección de algunos versos que por momentos truécanse en epitafios capaces de conmovernos hasta las lágrimas dada la contundencia que intrínsecamente reflejan algunos fulgurantes aforismos contenidos en dicho poemario. Tal por ejemplo: 'sin palabras un poeta no es hueco en el vacío gangrena' (p. 12 Sin Palabras). También observo una serena irreverencia propia de quien ha alcanzado un nada deleznable grado de lucidez en relación a las potencialidades creadoras de la palabra poética. Es como quien contempla la ceniza sin entusiasmarse demasiado con el Ave Fénix. El escritor sabe perfectamente que la infinita libertad del verbo poético no admite ningún tipo de cortapisas. Puedo decir, sin temor a equivocarme, o tal vez con derecho a hacerlo por la vehemencia de mi subjetividad de lector, que el autor de MESTICIA abre las esclusas de su desbordante imaginación hasta dejar al lector exhausto, casi sin aliento. La expresión poética de este aeda andariego ilumina los más recónditos intersticios del topos ouranos de la espiritualidad del sujeto leyente. En MESTICIA hay casi de todo: lascivia, erotismo tanático, deseo carnal, coitaciones virtuales, naufragios de lengua y saliva; pérdida y recuperación del poder evocatorio de una memoria empeñada en dejar la marca metaforizada de una escritura a modo de palimpsesto. Esta última afirmación puede comprobarse en el largo y bien estructurado canto titulado 'Medusa' que se va fragmentando intencionalmente a la manera de un sugerente caleidoscopio semántico en el que los motivos marinos y sus inagotables corolarios y fulgurantes sinonimias se van destejiendo y, simultáneamente, dibujan un maravilloso fresco de fragantes imágenes corporeizan nuestra propia y secreta náyade terrena.
Desde el 22 de enero, y en ese instante a 20 pies de altura me pregunto cuál es el oculto sentido de esa entidad, no me atrevo a decir libro, que conocemos como El efímero paso de la eternidad, justo en la págna 81 me detengo y no debo seguir adelante, necesito una pausa pues línea tras linea, capítulo, párrafo, entrada, me asalta la sensación de estar enfrentado un documento (?) críptico. De dónde pudo salir una escritura como esa, sus misteriosos intereses, nada la vincula a la literatura venezolana, está colgando de una galaxia oscura y sin duda tenebrosa, y es mejor que así sea, si entrara en contacto con los lectores sería la alucinación mortal de quienes no están preparados para la gratuidad de una dimensión impune. Análisis del horror del vacío cósmico pervertido al quedar atrapado en la historia humana, esta novela (?) es aquello que Lovecraft presintió y que nos mostró en su estatuto realista: espanto encerrado en una cripta o demonio sin identidad atrapado en el espacio. Pero esto que leo se me antoja la inmersión en ese abismo sin fondo donde sueños y dolor se juntan por medio de la aceptación de la más completa orfandad, la del prometeismo llevado a su expresión mortuoria, la potencia humana degradada en su extravío en un futuro que aterra porque está construido con el miedo de la criatura hecha de mal de un pasado vivo en la tumba del mito. Horror, naturalismo, exploración de la raza humana en una perspectiva amoral, fuera de la historia y librada a su absoluta incertidumbre, esa donde las referencias cesan, astrologia medieval con galaxias oprimiendo la memoria de unos seres que juegan a ser monstruos, nada me auxilia para situar este texto demencial y perfecto. Dije Lovecraft, pero tampoco Karel Capek me socorre, hay algo impune y criminalmente eficiente en esta expresión (?), escritura que parece haber conjurado todas la fisuras de un tema como este. Sólo estoy seguro de que es un texto revelado, pero cómo probar esto cuando su autor, hoy, nos acosa con sus análisis del socialismo del siglo XXI y democracia. Lenguaje de revelación buscando revelarse a sí mismo, descifrase y hacer elocuente un sonambulismo vedado como comunicación, iniciado en sueños del futuro cuya semilla arranca de la sospecha del mal como tarea humana. Texto críptico, si los hay, contra el realismo y explorando sin piedad oscuras tensiones del terror. Dónde termina lo animal orgánico y empieza la fabulación de una raza perdida en lo sideral devorador. Has traido la perturbación a este pobre sujeto que se admira con tu hallazgo aún secreto y que me deslumbra hasta el supremo placer del silencio. ¿Quién eres en verdad TLM?
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