Congelado





Teódulo López Meléndez

Walt Disney no está criopreservado. La especulación de que aquel que dio su nombre al vasto imperio de Disneylandia estaba entre -80 y/o -196 grados C esperando por una cura milagrosa que la ciencia descubriría en los siglos por venir resultó ser eso que comúnmente se llama “una leyenda urbana”. Todo indica fue cremado como se hace ahora con cualquier mortal en Venezuela, especialmente desde que no hay cemento para sellar las tumbas y dificultar la labor de los gusanos.

“El diálogo está congelado”, se nos dice y uno recuerda a Disney, cuando en verdad se trataba de Ted Williams el más famoso de este método que los científicos llaman infalible para esperar en la paz de las bajas temperaturas los milagros del futuro. Es claro, como señalásemos en otro texto, que el récord de Kissinger y Le Duc Tho negociando en París la suerte de Viet Nam, sería derogado porque los récords existen para superarlos, a la manera que los buenos deportistas hablan del tema. Lo que no podíamos esperar era la aplicación del frío para disminuir las actividades de las células y mantener el diálogo en condiciones de vida suspendida, esto es, no está muerto, sigue vivo, pero espera el mañana.

La nanotecnología llegará hasta la suplantación de los órganos por ingesta, nadie lo duda. El que no puede superar las enfermedades del presente se congela, recurre al método de la criopreservación, uno que aseguran conserva la memoria y hasta los deliciosos vicios del pasado. Recurrir en política a “congelado” no es más que negar la muerte, no es otra cosa que el anuncio de una resurrección deseada bajo confianza absoluta en los alquimistas que manipulan células y actividades biológicas y bioquímicas.

Se dice que esas bajas temperaturas equivalen al punto de ebullición del nitrógeno líquido, algo así como una rebelión estudiantil que lo lleva a uno a la revisión de las plazas famosas, desde Tlatelolco hasta Tiananmen, en procura de una respuesta a ese repetido lugar común que asegura estudiante no tumba gobierno y que hace ver antecedentes de estos que en la contemporaneidad se han llamado “indignados” o ir más allá hasta meter las narices en los procesos del Medio Oriente, digamos que bastaría entre las pirámides de Egipto.

Los métodos inteligentes de combate están todos inventados. Persistir en algunos que equivalgan a entregar presos cada día o heridos o muertos o torturados o desaparecidos, pareciera no conveniente, a no ser a las mesas que fueron a diálogo forzado por esa vanguardia heroica y al régimen que se vio obligado también por ellas en recurrencia a operativo comúnmente designado en las reacciones bioquímicas como lavado de cara.

Está congelado, lo que equivale a decir han sido detenidas todas las reacciones que producirían la muerte de esa célula. Las cenizas de Walt Disney entendemos están enterradas en el Forest Lawn Memorial Park Cemetery y no podrá salir con la MUD reencontrada con pasitos pa’tras en la fabricación de nuevas y maravillosas fantasías. La criopreservación apuesta a largo, es la respuesta en un país donde muere el sabio Convit y no se decreta Duelo Nacional, es el empirismo en las ciencias políticas reducidas a pragmatismo criopreservado, a argucia de regeneración en procura de una “mayoría suficiente”, la asistencia a que la calle se agote porque nadie se las canta a los estudiantes exigiéndole modificación de tácticas y reconsideraciones estratégicas de alta inteligencia.

Se puede permitir a la imaginación imaginarse criopreservadas a las figuras que han decretado la criopreservación. Serán iguales. En el campo de la política parece asechar la vieja conseja de que lo único que sirve es el bisturí y cortar por lo sano. Hágalo esta generación, sin caer en la trampa de las ofertas en consejos municipales y Asamblea Nacional y menos en la nueva arma que aparece sobre sus cabezas: el sofisma. No se hagan Poder Constituyente. Háganse Poder Instituyente.


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