Los hombres asustados




Teódulo López Meléndez

El animal preferido de Nietzsche era la serpiente, pero no por la abundante carga de simbología que este animal ha arrastrado desde siempre. Razones bien distintas prevalecían en la mente del filósofo: en primer lugar, porque la serpiente se arrastraba y en consecuencia conocía lo que la tierra quería y, en segundo lugar, porque carecía de miembros derivados, no tenía brazos ni piernas, alas o aletas. No es difícil deducir que para Nietzsche el desarrollo de un sentido era un retiro que se hacía a la totalidad. Siguiendo con este proceso deductivo podemos encontrar las “identidades débiles” que señalaba Italo Calvino. Al hombre se le han ido extrayendo “sentidos” hasta convertirlo en una debilidad. Frente a la perplejidad de lo instantáneo, y de los desafíos presentes, podemos avizorar un estadio cercano a la estupefacción encarnada en alguien con un micrófono y una masa paralítica envuelta en un himen repleto de deporte, música banal e información que no es tal.

No podemos escapar aunque apaguemos la pantalla o nos refugiemos en una cueva o hagamos cuarentena. Los desiertos ya no existen como espacio de fuga, entre otras cosas, porque no hay manera de fugarse. Somos, ahora, perfectos engranajes  de la gran máquina universal, o de lo que en otra parte he citado como gran condón universal. Qué los dioses se callaron es algo que ha sido recordado muchas veces. Ahora hablan las pantallas y el poder manipulador que se oculta detrás de ellas. Jacques Derrida describe un “fetichismo toxicómano”.

La metáfora de los “sentidos derivados” es buena para resaltar la ruptura de la unidad del hombre y para plasmar como el mundo-dios  se desvela para ofrecerse como totalidad. No deja de ser paradójico, por lo demás, que Nietzsche haya encontrado en la serpiente (un animal de pequeño cerebro y de los menos inteligentes que existen), el emblema para hacer su planteamiento. Sin embargo, para Nietszche la brutalidad consistía, entre otras cosas, en dudar de lo que la tierra quiere. Por supuesto que Nietzsche no estaba en tiempo de saber que llegaría el momento en que los “sentidos” nos serían injertados. Bastante le bastaba con proclamar al “superhombre”. A nosotros nos basta recordarlo cuando los hombres andan asustados.

@tlopezmelendez

Artículo en el diario El Universal (Miércoles 25 de marzo 2020)

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