La sociedad enmascarada




Teódulo López Meléndez

Quizás podamos definir a esta sociedad de las primeras décadas del nuevo milenio como una sociedad enmascarada que vive su sojuzgamiento como víctima. Es menester transgredir la oscuridad. Se transgrede en momentos de crisis. Ya Tucídides utilizaba la palabra en la Guerra del Peloponeso.

Crisis las ha habido de todos los tipos y de todas las duraciones. La crisis se debe a causas endógenas en lo institucional, en lo cultural y en lo político. Está claro que esta turbulencia del presente es transicional hacia un nuevo mundo, pero el sistema social padece ahora tal sacudimiento que debe conducirnos a desechar componentes y a incorporar las indispensables innovaciones. De esta presente decadencia puede venir el colapso con la reaparición plena del totalitarismo o un renacimiento sobre las nuevas ideas y las nuevas formas políticas. Este es un tiempo de decisión, de empujones que alienten los nuevos caminos.

Los pasados enterrados readquieren falsa vitalidad en situaciones como la presente, lo que disfrutan los conservadores a ultranza que sólo confían en lo conocido que precisamente nos condujo a este punto. La acumulación de fallas puede conducir a una crisis general que se manifestaría en todos los ángulos, en el conjunto de lo que podríamos llamar la reproducción social, esto, es, lo que se acostumbra llamar ‘crisis mixta”, pero que en la presente década tiene como causa fundamental la política y sus ejecutores.

Las crisis civilizatorias se enfrentan no con retornos sino con saltos hacia adelante. Con rigidez no se superan los marcos civilizacionales agotados. En otras palabras, estamos en un mundo envejecido y no podemos pretender que sólo con la técnica basta para el escape. No es posible la colocación de parches. No podemos responder así a la era de la incertidumbre. Esto es un laberinto fáustico, muy propio de las acciones humanas. Todo determinismo está excluido. No hay una determinación histórica causalista. La disutopía en que estamos abre espitas para el pensamiento y las nuevas prácticas sociales.

Estamos inmersos en un presente que parece eternizarse y al cual debemos administrar una intensa dosis de pragmatismo e ideas. Ambas cosas debemos entrelazarlas en un abanico de tiempo nuevo.

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