La firma del sello y la disyuntiva final



Teódulo López Meléndez

Señalé en las posterioridades a mi primer análisis (“Preguntas con y sin respuestas y un deber histórico”) que esperaba por cuatro elementos antes de emitir una segunda opinión de fondo. Es necesario resumirlos porque tienen incidencia sobre el presente y porque la memoria de los venezolanos es exageradamente corta.

Validación de partidos

Echado del ruedo VP y eliminada la tarjeta MUD sólo AD y PJ debieron marchar a un proceso de validación absolutamente traído por los cabellos. Ambos partidos hicieron lo correcto al marchar a ese proceso írrito, pues nada debía cerrarse y mucho menos el mantenimiento de una opción de votar, aunque pudiésemos recordar que en noviembre de 1952 el país votó con la tarjeta de URD en una decisión por sí mismo. AD salió airosa y PJ no en un acto que no implicaba simpatías en la población dado el cuadro depresivo de la opinión, acto que no era más que una demostración de eficacia organizativa. AD se mostró en una maquinaria eficaz y PJ no, lo que, a mi entender ameritaba allí dentro una revisión exhaustiva, pues su líder Borges andaba empeñado en las negociaciones en República Dominicana y había quedado a cargo una dirección que debía ser examinada para corregir con toda rapidez. Lo dije más claro, dije que PJ debía cortar cabezas hacia adentro, pero lo que hizo, ante la segunda maniobra que advertí, la de la trapisonda del MinElecciones en negarle reparación, fue la de emitir un documento insólito denominado “Rebelión de los treinta millones” y refugiarse en el victimismo. Por supuesto que la cibercanalla se lanzó contra PJ y Borges alegando era el “castigo” por andar en entendimientos extraños con el régimen, al tiempo que se inventaba otra patraña, la de que AD había sido validado porque era una decisión del régimen hacerlo.

Pregunté que se pretendía con la mala fe de los trolls, no cumplir con el requisito extemporáneo ante la acusación de que se actuaba en el terreno de lo írrito o tal vez ejercer una apelación ante el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio.

Se hizo lo correcto, actuar con las reglas antijurídicas del régimen. No había otra. No se trataba de una decisión previa de participar en las elecciones amañadas que se preparaban, sino de una simple precaución.

Las negociaciones

Tal como se debía hacer se participó hasta el final en las negociaciones en República Dominicana, no sin errores y omisiones, como la no asistencia a la reunión prevista el 18 de enero cuando se tenía un buen mazo de argumentos y en la cual AD tuvo la principal responsabilidad al anunciar Ramos Allup que su partido no asistiría en acto hegemónico de presión o la posterior decisión de VP en no asistir a lo que a todas luces se venía venir como el final de esa historia. Quiero significar las muestras de decisiones aisladas y la falta de una decisión conjunta que, en mucho, contribuyeron al descreimiento y escepticismo de la población.

Por supuesto que los argumentos de los grupos oficialistas, en plena connivencia con los fundamentalistas, era mostrar aquello como un proceso para que el régimen ganase tiempo o para que los negociadores se llenasen de guisqui y buena comida o para que recibiesen el pago por su participación o para que se mostrasen en toda su vileza alcahueteando a la dictadura. No vale la pena volver sobre la canalla.

Este país jamás entendió el concepto de negociación. Nadie puede pretender acuerdos súbitos y menos concesiones del régimen que se muestra sólido en el apoyo militar, el que verdaderamente lo sostiene, pero era obligación estratégica tratar de arrebatárselas, en medio de la presión internacional que repetía y repetía esa era la salida. No siempre se aprovecharon las ocasiones, pero hay que admitir que Julio Borges mantuvo allí una posición serena y correcta.

Nunca en una negociación las partes salen alegres y satisfechas. Para lograr un acuerdo se requiere ceder de lado y lado. Por eso ya los trolls se lanzaron sobre lo que se ha informado era la posición del grupo opositor. Surge aquí el otro argumento: se sentaron con quien no iba a ceder nada, eso fue una pérdida de tiempo. Nunca negociar es una pérdida de tiempo, independientemente de los resultados. Incluso, podría tenerse la más absoluta convicción del fracaso y seguir adelante. Por ello, y tambien, se dice hoy de un aplazamiento indefinido y no de un fin final, valga la tautología, puesto que es posible que en otras circunstancias y con un régimen debilitado pueda haber necesidad de sentarse a negociar su salida, término este último inaplicable en estas negociaciones fallidas pues Maduro no se está cayendo, pero puede estar cayéndose en poco tiempo.

La dictadura se cerró sobre sí misma. El documento que firmaron en soledad los hermanos Rodríguez comenzaba planteando una comisión conjunta para abogar por el cese de sanciones. Así comenzaba y seguía con planteamientos absolutamente inadmisibles. Por supuesto que la delegación contraria no podía firmarlo so pena de hundirse. Pero el punto clave está en el gesto de Maduro de firmar ese papel y proclamar que él sí lo cumplirá. Allí sentenció y se sentenció. Puso un sello inmodificable a la posición oficialista, de lo allí escrito no habrá variantes, de manera que el MinElecciones procedió a fijar la fecha. Esto es, van a su simulacro, a su farsa, una sobre la cual buscarán legitimación que no puede ser encontrada. El país ha llegado al llegadero. Ahora toca la primera de una serie de decisiones de gran envergadura, en un cuadro donde el Secretario de Estado Rex Tillerson acaba de finalizar una gira  de anuncio de medidas restrictivas sobre el petróleo venezolano y que, por más que se encuentren algunas medidas para aliviar los efectos, los efectos los habrá, aunque aquí ya se estén muriendo enfermos todos los días y el hambre  se multiplica y multiplicará por efectos de la hiperinflación y de la escasez. 

La “elección presidencial”

Hay dos elementos aparentemente secundarios pero que hay que mencionar. El primero es la creación de un nuevo partido oficialista llamado “Somos Venezuela”, lo que podría estar dirigido a la presentación de un candidato presidencial para tratar de mostrar “democracia”, una en donde los diversos sectores de la “revolución” hacen sus necesidades en libertad y pluralismo. Podría tratarse, además, de usurpar nombre a quien se llama de forma parecida. En cualquier caso, podríamos ver una transformación denominativa que la MUD bien podría imitar y pasar a llamarse de otra manera, por supuesto cambiando el ser a otra manera, dado que esas tres letras ya están chamuscadas en el imaginario colectivo.

El segundo elemento, adelantándonos a las decisiones de los partidos, es que no falte a la fiesta el pescador en río revuelto que se inscriba como candidato. Bien podrían colocarle unos milloncejos de votos para el legitime imposible.

La elección presidencial no ha sido convocada para entregar el poder. Lo ha sido para amañarse de otro período ante lo que será el desconocimiento de la comunidad internacional, desconocimiento que no sabemos hasta donde llegaría, pues esto que denominamos comunidad internacional es tan variable como el tiempo. “¿Y si ganamos nosotros tampoco nos reconocerían?”, fue la pregunta de Henry Ramos Allup y esa pregunta es la que va a prevalecer en el entramado de lo que aún se llama MUD. Un entramado donde aún se discute sobre primarias o consenso. Se debería añadir otra fundamental, ¿es posible ganar esas elecciones en medio del cuadro que todos conocemos o, simplemente, que el vencedor aguante largos meses a la entrega del poder? CNE, ANC, tiempo de toma de posesión, fraude, puntos rojos, carnet de la patria, esto es, la lista interminable de trapisondas. En mi texto anterior escribí que hasta podía tenerse un candidato que no sería candidato o un candidato que podría ser el más breve candidato en la historia de los candidatos. Hacía reiteración para volver a traer la necesidad de la estrategia.

Lo que aun indebidamente llaman MUD (caso deberían tomar de las transformaciones denominativas del PSUV y añadirle cambios de ser hacia una Unidad Superior) no se ha pronunciado sobre el punto clave. Quedamos a la espera para nuestro tercer análisis, puesto que este servidor no tiene el poder de decisión. La disyuntiva es final: al consumarse el espectáculo electorero deben saber, hasta los fundamentalistas, que lo único que cabría es resistencia, y posiblemente clandestinidad, con todo lo que implica.



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