Teódulo López
Meléndez
Desde el inicio de una huelga de hambre hasta una
proclama absurda que fijaba el primero de abril como día de un “paro nacional”.
Las muestras han sido de una dirección confusa o, quizás, de la ausencia de una
dirección. Uno puede perdonar errores de lenguaje, pero no en una situación tan
grave. De allí, una dirigente estudiantil tuiteando “no puede haber diálogo
sin…, lo que contradice su posición de no ir a tal diálogo, pues es evidente
que al condicionarlo lo acepta. Hablando de lenguaje bien sería quitar la B a
la GN o a la PN, pues bolivariana en tal represión no lo parece, lo que suele
no ser entendido y que no es más que poner de manifiesto el valor de los
símbolos. O cuando uno, recordando viejos sistemas de resistencia, apela a un
“Día sin nadie en la calle”, para encontrarse con la respuesta de que eso haría
feliz a Maduro; debe ser que entienden que uno se refiere a un día sin
manifestantes. Lo dicho: la destrucción del lenguaje es uno de los daños
fundamentales.
La falta de memoria es proverbial o se trata de brotes
anarcoides. En el último “paro nacional” existían una CTV y una Fedecámaras
fuertes, más una sólida presencia en PDVSA y sabemos de sus resultados.
Proclaman alegremente que el primero de abril es el día de “paro nacional”
mientras millones de personas siguen su vida rutinaria. No saben de lo que
hablan. O vemos que, mientras en la plaza pública se proclama la muerte de la
república, se anuncia como próxima acción recurrir con solicitud de amparo ante
el TSJ de las interpretaciones complacientes y de las barricadas que lo separan
del Derecho.
Uno puede explicarse, más no justificar, semejantes
gazapos, mientras la represión es brutal y caen muertos, heridos y presos. Si
algo se requiere es un replanteo táctico mediante la asunción de variantes que
no automáticamente suministran inteligencia y coherencia. Las maniobras, los
acomodos, la espera del momento de la “normalidad” para ir a negociar, corren a
la par de los errores.
Podríamos atemperar esta observación recurriendo al
ABC de la estrategia y de la táctica, no sin el presentimiento de que las
letras ABC forman parte del lenguaje y que, en consecuencia, también las letras
ABC presentan óxido y casi no se le pueden colocar vocales intermedias e
intentar un mínimo de sujeto, verbo y predicado.
No obstante, digámoslo, que la estrategia implica
planificación y coordinación apuntando a un fin predeterminado y que la táctica
es el método o forma usados para conseguir ese objetivo. La estrategia se
revisa y se ajusta, las tácticas se cambian. El movimiento que hemos visto
requiere de ambas vertientes. No hay variantes excluyentes. Bien pueden
administrarse y alternarse. Existe eso que llaman repliegue táctico y eso otro
que llaman movimientos ficticios para confundir. Las luchas se conducen exitosamente cuando no
hay dudas razonables sobre lo que la dirección plantea, si es que tal dirección
existe.
Los logros alcanzados, repito que a un altísimo
precio, están a la vista: deterioro obvio del régimen en el escenario
internacional y disminución consistente y progresiva en su apoyo interno, caída
de la máscara y asunción plena del criterio de que nadie lo sacará por ninguna
vía sin que obtenga como respuesta una violencia desatada y sin escrúpulos.
Esos logros tienen nombre y apellido, los de nuestros muertos. Esos logros no
se echan por la ventana con torpeza ni con cansancio ni con abulia ni con
meteduras de pata.
Es la hora de los señalamientos. No estamos para mirar
con imperturbable frialdad este cuadro. Estamos para apelar a un sentido común
que parece escaso. Asumimos como deber llamar la atención y así lo hacemos sin
que midamos los malentendidos o las incomprensiones, bagatelas a la hora de la
suerte de una nación.
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