Teódulo López Meléndez
Cuando termine el período de luto por la muerte del
presidente el país retomará el debate arduo, sobre todo por la previsión de
convocatoria a nuevas elecciones.
No se trata de incurrir en citas constitucionales. El
asunto no es para sesudos juristas ni espléndidos exégetas de la Constitución.
Funcionamos sobre los hechos que los órganos del poder público convierten en
Derecho o que los voceros del gobierno atribuyen a la voluntad del presidente fallecido
más que al cuerpo de normas jurídicas de la república.
No podemos asegurar que las elecciones se celebrarán
en 30 días, aunque es obvio que la prontitud del efecto emocional sobre los
votos indique ese sentido. En cualquier caso elecciones habrá y está claro que
se enfrentarán Nicolás Maduro y Henrique Capriles, con previsibles resultados a
favor del primero.
Lo mediato es otra cosa. Implica la sustitución de un
liderazgo insustituible, el mantenimiento de una política de asistencia social
en difíciles condiciones económicas y una mediocridad evidente en el discurso.
Chavismo sin Chávez habrá. Será protagonista en la
política nacional por mucho tiempo. Eso no implica una estabilidad en el
ejercicio del gobierno ni la imposibilidad en una evolución del PSUV hacia
formas más democráticas de comportamiento.
A mediano plazo volveremos a estar en la disyuntiva
marcada por el entendimiento o no de modificación de un lenguaje amenazante y
de pasos o no hacia la paz social. También en la aparición de nuevas ofertas
sustitutivas en detrimento del fetiche de la “unidad” y de alternativas que
convenzan a los venezolanos de la posibilidad de incidir de manera mucho
coherente en la inclusión social.
Entramos, entonces, en lo inmediato, en una
ratificación de la continuidad chavista en el poder cuya estabilidad en
funciones está por verse, lo que incluirá una evolución en el seno mismo de las
Fuerzas Armadas y de la paciencia popular. Lo que quiero precisar es que el
destino venezolano está claro en lo inmediato y muchísimo menos en lo mediato.
En política se puede intuir, se puede llegar a una
visión del futuro y hasta prever las convulsiones del cuerpo social, pero jamás
se puede olvidar eso que se llama imprevisto. Mucho más complejo es determinar
la evolución cultural de ese cuerpo social, uno que, especialmente en su clase
media, ha dado muestras de escasez. Las clases populares tienen al respecto su
propia versión, una de inclusión que jamás abandonará, la cual, creemos, debe
ser limpiada de populismo y llevada a los parámetros que lo conceptual ya ha
precisado con extrema claridad en sus modos y formas de ejecución.
En consecuencia, el futuro mediato de la república
resulta una incógnita, una que sólo la evolución de los acontecimientos nos irá
señalando, unos sobre los cuales habrá de ejercerse una acción concientizadora
de alto vuelo y de extraordinaria eficacia.
Frente a las eventualidades del futuro cabe recordar
nuestras fallas y omisiones, más que de eso que podríamos llamar
“institucionalidad política”, del cuerpo social mismo. He recordado de manera
insistente que es el cuerpo social el que produce sus dirigentes y que en el
siglo XXI es cada vez más obvia la asunción colectiva de la responsabilidad y
del destino.
Seguramente la palabra apropiada es “transición”,
porque después de la desaparición de un líder fuerte y carismático como Hugo
Chávez, y su sustitución por un liderazgo colectivo y de poder compartido, debe
evolucionarse hacia nuevas formas. No obstante, los herederos parecen
encerrados en fotocopiar y en repetir, lo que a nuestro entender es una
equivocación que incidirá de manera más que negativa en cuanto a la estabilidad
política y la paz social.
Es menester una oferta de país, un mensaje de
construcción de una república posible, uno que exceda en materia de
organización y diseño al mero rescate de los planteamientos clásicos y básicos
de la democracia representativa y hable de un cuerpo social organizado sobre
las bases del conocimiento y de un ejercicio consciente de la ciudadanía. Es
hora de ir hacia la edificación de una democracia del siglo XXI.
El futuro nos reta. Toca a los venezolanos domeñarlo y
hacerlo todo posible mediante una aceptación del desafío. Es allí cuando
sabremos la verdad que tanto ha sido requerida en este tiempo transitorio.
@teodulolopezm
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