Teódulo López Meléndez
Ha aparecido el rey. Ha aparecido el cadáver del rey.
Ha sido encontrado debajo de las pesadas lápidas donde se suponía estaba,
rodeado el lúgubre lugar por una pared roja. “Feo, jorobado, deformado, mutilado”, se escuchó gritar en Stratford-upon-Avon, como en The Life and Death of King Richard III.
Los habitantes del lugar corrieron ante el grito y encontraron que su más
ilustre paisano era el responsable de haberlo proferido, dado que la sentencia
contra quien moviese aquellos restos había cambiado ligeramente de lugar.
Ha aparecido el cadáver de Ricardo III. Uno vuelve a ver al inolvidable Fausto Verdial colgando de un andamio en aquellos tiempos de la Compañía Nacional de Teatro de Venezuela profiriendo amenazas contra el rey Eduardo IV. Son los tiempos de las conspiraciones. Ricardo contra su hermano Jorge para recluirlo en la Torre de Londres y eliminar a quien le precede como heredero al trono. Son los tiempos de los muertos, marido y padre de Lady Ana, para tomar para sí la doncella.
Es Ricardo III, aseguran patólogos y universidades. Ha
salido de los siglos y como en la batalla de Bosworth Field los muertos que
bien mató le gritan: “Desespera y muere”.
Ese año de 1485 cuando Enrique Tudor le da muerte paga todas sus culpas.
Cuenta William Shakespeare que sólo en medio de la batalla llora
desconsoladamente gritando: “Un caballo,
un caballo, mi reino por un caballo”.
Tiempos
aquellos de permisividad y descontrol. Algunos aseguran que también el carnaval
lo es y que por eso se usan máscaras. El carnaval se puede rastrear hasta 5 mil
años de distancia y pasearse por las saturnales y las lupercales romanas hasta
cuando navegantes portugueses y españoles lo trajeron hasta estas tierras
denominadas en el pasado “de Gracia”.
Fue Río de Janeiro el más grande carnaval del mundo,
hasta que al fin llegó la admisión de que tal récord había pasado a Caracas,
pues otra cosa no fue la visita de Lula Da Silva a La Habana ataviado con una
relampagueante guayabera roja. Caracas, desde hace unos años, inaugura su
carnaval el 4 de febrero con aviones rusos sobrevolando los cielos y tanquetas
adornadas con banderas alusivas y unos disfraces que causan la envidia de las
escolas de Samba. Con un poco menos de cabello Diosdado ha podido alegar estaba
disfrazado de Marcos Pérez Jiménez.
Sin embargo, este país holográfico -con dudas si
llamarlo caricatural- no se conforma con el desplome de Rio y avanza sobre
París. Este 4 de febrero hemos visto los Estados Generales convocados para
anunciar el vicepresidente que el presidente de la Asamblea Nacional ha
diseñado la nueva gorra oficial, la que estará presente para distinguir a
Caracas como la nueva capital de la moda mundial, como símbolo perenne de la
agitación y de la amenaza. Ni en París en 1789 se realizó anuncio tan
trascedente.
No ha sido el hecho de Luis XVI destituir al
ministro Necker. La ceremonia más bien parecía de celebración de uno nuevo, la
de Elías Jaua como Canciller. Inválidos sí, con todo y alguna dama disfrazada
de princesa enseñando al pueblo un seno del cual amamantarse. No se celebrará
al año siguiente la demolición de la Pastilla. Aquí se ha convertido al Museo
Militar en la Toma de la Pastilla y para ello se ha fijado el 14 de julio como
la real de las elecciones locales de alcaldes y concejales, una postergada una
y otra vez, en abierta violación de todo, porque una vez tomada la Pastilla “los revolucionarios nos tomamos la Pastilla
cuando nos de la gana”.
París tiembla. Ha sido desplazado como cuna de una
memorable revolución. El nuevo 14 de julio tendrá como escenario a Venezuela,
con unas elecciones para los cuales se modifican circuitos y se complace al
partido gobernante para que tenga tiempo de elegir a sus candidatos. El 14 de
julio será venezolano. Ya la oposición anuncia, con ese carácter que hace
temblar las piedras, que se harán primarias en el pintoresco municipio
caraqueño de El Hatillo, mientras todo lo que se observa indica que tendrán un
nuevo retroceso.
Quizás uno confunda las fechas. Quizás este
ditirambo de vicepresidente mostrando la gorra diseñada por su socio en el
poder, más la reaparición de Ricardo III, más la inauguración oficial del
carnaval 2013 el memorable, por sangriento, 4 de febrero y elecciones un 14 de
julio para usurpar a París la Toma de las Pastilla lo hayan a uno confundido y
ya uno no sepa si es Shakespeare el que pone a gritar al usurpador “mi reino por un Cabello”.
Buenas noches don Teo. Primero gracias por la deferencia de haberme hecho llegar su post por Twitter vía DM. ... Leyendo este post, le dejo esta pregunta ¿Será que nuestro gran pecado original viene de los excesos?... Digo... Exceso de querer liberar a otros, aún, siendo esclavos... Exceso de petróleo, y prepotencia multiplicada por el dinero, que no riqueza, fácil... Exceso de querer parecer lo que no admitimos ser, para no corregir y ser lo que podemos ser... ¿Será que por exceso de siliconas recetadas por Osmel Sousa se confunde "Tomar La Bastilla" con "Tomar La Pastilla"?... Y lo peor, por supuesto, es que para nuestro Bonaparte, el reino, ya ni un caballo valga...
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