La revolución no visible





Teódulo López Meléndez

El presente está marcado por todo tipo de crisis. La crisis se ha hecho un elemento contextual común al orbe afectando al cúmulo de relaciones sociales y de formas orgánicas mediante el rompimiento del equilibrio de los factores de cooperación y competencia. Ello también ha conducido a un desplazamiento de los intereses valorativos de la relación humana.
La organización social es un sistema compuesto de un complejo de relaciones entre los hombres y entre los hombres y las cosas. Estamos en un mundo de tensiones irresueltas y de disfunciones organizacionales. Deberemos tratar el conocimiento porque él genera poder, sea simbólico o utilitario. Es lo que denominamos cultura, una que crea conocimiento, genera normas, construye una memoria colectiva, en suma, edifica una organización grupal dinámica. Hoy estamos inmersos en el proceso globalizador que implica un avance tecnológico inusitado con aceleración del tiempo y unificación de los espacios lo que lleva a totalizar la realidad.

En los atisbos de la protesta contra las crisis propias de este interregno encontramos también globalización dado que los grupos protestantes parecen conformados por diversas capas de la estructura social y sus discursos van dirigidos al conjunto de una sociedad civil global que si bien está en pañales, asoma como protagonista. Se proclama una protesta y se dice lo que no se quiere antes de aquello que se quiere indicando así la inestabilidad de los nuevos movimientos sociales. Ya la protesta social es otra, aunque las nuevas formas sociales apenas nos indiquen algunos elementos como la crisis del Estado-nación y de la “sociedad del bienestar”. Se globaliza la ansiedad, aupada por los medios informacionales que la tecnología ha puesto a disposición, aunque los resultados recuerden a procesos históricos lejanos como la imbricación religiosa-política en el mundo árabe, en la actualidad, y como lo fue en la Europa de siglos pasados.


Los nuevos movimientos sociales que vemos marcan un proceso de transición muy diferente de los que podríamos llamar clásicos. En ellos encontramos esfuerzos de creatividad y de construcción de fundamentos y una obvia y justificable indefinición. Aún así hay valores emergentes. Pueden surgir frente a problemas puntuales, como la crisis económica, algunos pueden albergar sentimientos postmaterialistas, otros no pueden ser llamados revolucionarios en el sentido clásico pues no están divorciados totalmente de los mecanismos tradicionales de intermediación, aunque sea evidente que estos son incapaces de atender a sus viejas clientelas. Algo es evidente: no alteran, en su generalidad, el orden político pero sí introducen exigencias de valores.

No olvidemos que surgen en las “sociedades del bienestar”, unos, otros en reacción a arcaicas formas dictatoriales (primavera árabe). En el primer caso no nacen de lo que podría denominarse “la rabia del desposeído”, pero producen conocimiento social que trata de extender la autonomía humana contra tomadores de decisiones enclaustrados en parámetros tradicionales. Son actores sociales complejos, aún en el segundo caso en el cual aparentemente hay sólo un deseo de liberación de regímenes autoritarios y de incorporación a un nuevo tiempo difuso. En cualquier caso,  en una revuelta contra valores dominantes.

Un elemento primordial es la calidad de vida, esto es, van sobre problemas específicos. Su método preferido, el de la abierta deliberación y el de toma de decisiones por consenso. Son antecedentes a mencionar en esta fase de transición porque quizás nos suministren elementos para otear frente a los planteamientos que caen como cascadas y de entre los cuales habrá de emerger la organización social sustitutiva.

En cualquier caso hay una modificación de los sentidos exteriores e interiores del hombre que pueden llevarlo a mero participante inodoro, incoloro e insípido de una voz común que sólo adquiere sentido si viene presidida de un sentido de cohesión. La ruptura conduce siempre a un estado de recomposición, aunque aún estemos en las nebulosas en los efectos de modificación social reales.
Quizás esta sea una revolución no tan visible, dado que sentimientos y emociones se encierran cada vez más en el ámbito individual

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