Política del espíritu





Teódulo López Meléndez

A ratos se agotan las reservas de lectura. El hábito de leer y leer, que Hemingway incluía en su catálogo de recomendaciones a los escritores, se acentúa en pandemia como la vieja frase de Borges dando prioridad a la identificación del ser más por lo leído que por lo escrito o la recomendación de volver a los viejos textos que se reproduce, una y otra vez, (releer, releer, nos insisten)  en los más sabios.

Agotadas las reservas y cansada la vista por la pantalla, de repente recordamos un escondite. Allí encontramos observaciones válidas proferidas hace un siglo. Mientras el virus sigue su mortal camino se nos vuelve a decir, desde el pasado, que las civilizaciones han comprendido que son mortales. Y se anexa la desaparición de los imperios y de las civilizaciones, con todos sus hombres y artilugios, con sus dioses y leyes, con sus academias y sus ciencias puras y aplicadas, la tierra visible hecha de cenizas.

Nadie puede asegurar lo que mañana continuará vivo. “No perdamos la esperanza”, es el réquiem de los libros de autoayuda y de las religiones y de los impotentes ante la realidad. Él lo dejó dicho: “…la esperanza no es más que la desconfianza del ser frente a las previsiones precisas de su espíritu”.

Es cartesiano, asoman algunos. Es que era muy desconfiado, agregan otros. Si se tiene conciencia del vivir es imposible para el poeta no internarse en la crisis de una época, de la suya y, sin hacer de historiador, en todas las otras. El poeta es afín a los infiernos, aún si partimos de la sentencia de Jean Cocteau, “el infierno existe, es la historia”.

Ya aquí es obvio que estoy sobre Política del espíritu, de Paul Valéry. Pero siempre los poetas solemos ayudarnos en cuanto a lo que el espíritu requiere releer. En una mención de una línea Álvaro Mutis, en el libro que termino, dice del poeta francés e instantáneamente comprendo que es allí donde debo ir y el escondite lo resuelve, para volver a preguntarse en cuarentena sobre lo que sobrevivirá y sobre las novedades del tránsito humano. Las enfermedades de este tiempo se nos muestran arrogantes, aunque tengamos deducidos los futuros ya mostrados en la pre-pandemia. Es que hay demasiados “científicos” y muy pocos curanderos del espíritu y de la cultura.

@tlopezmelendez

Artículo en el diario El Universal (Miércoles 29 de julio 2020)

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