La debilidad fundamental



Teódulo López Meléndez

La democracia es un invento de Atenas, al igual que la tragedia. Si vemos bien Grecia era trágica más allá de los hermosos textos literarios que crearon la palabra tragedia. Aun así, no es por ello que podemos definir a la democracia como trágica. Lo es porque la hemos defendido por oposición a totalitarismo. Así, hemos querido la democracia porque no queremos la dictadura.

La democracia es trágica porque tiene elecciones y la real pregunta que se formula cada vez que se convoca al pueblo a las urnas es si quiere seguir viviendo en democracia. En la democracia, el “pueblo soberano” bien puede decidir que quiere vivir en dictadura, por diversas y variadas razones, porque en la democracia no ha encontrado seguridad, ni eficacia ni resolución del conflicto.

La democracia es una administración de los intereses encontrados. La democracia es mediación y cuando no se media, cuando no se respetan las reglas que permiten la sana administración de las contradicciones, pues comiéncese a llamar a ese régimen como sea, pero no democrático. De esta manera, en sentido estricto, no puede haber una “revolución democrática”, lo que no pasa de ser otra frase populista, puesto que se trata de una democracia o de una revolución, términos antitéticos.

Mucho se ha escrito sobre la decepción de la democracia que sufren los pueblos por su supuesta incapacidad por resolver los problemas, en esta parte nuestra del mundo los eternos, la pobreza, la falta de educación o la inseguridad. Algunos sostienen que es necesario llenar la democracia de adjetivos (liberal, popular, etc.), mientras otros piensan que se le está pidiendo a la democracia lo que no es de su esencia o competencia. En otras palabras, la democracia es simplemente un sistema político formal. La eficacia o ineficacia no pueden, así, atribuirse a un sistema político específico. La democracia sería, desde este punto de vista, ajena a la ineficacia de quienes la encarnan desde el poder. Quienes la encarnan son elegidos por el pueblo. Al contrario de alguna expresión infeliz, los pueblos tienen una aguda tendencia a equivocarse y también, por supuesto, a ser manipulados. La esencia de la democracia es la contradicción y su debilidad más peligrosa es la falta de cultura.

@tlopezmelendez

Artículo en el diario El Universal (Miércoles 4 de diciembre 2019)

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