Política y religión




Teódulo López Meléndez

Si algo caracterizó la pasada centuria fue la separación entre política y religión. Podemos encontrar su nueva imbricación en la victoria del Likud en la elecciones israelitas de 1977. En 1979 Jomeini asume el poder en Irán. El brote de asalto a la política se produce desde las religiones monoteístas. Se acusa a la modernidad de fracaso y se procura de nuevo el fundamento sacro de la sociedad.

Quizás podamos definir la situación como un declive espiritual de las religiones paralelo a su injerencia en los asuntos geopolíticos producto de un estado de incertidumbre. La mezcla de religión y política le da a la primera la dimensión que pierde en otros terrenos.

Fred Halladay, a la par de negar la confrontación entre occidente y el Islam (lo llama “mito de la confrontación”) da su visión de la revolución iraní de 1979 la que para él no es más que un movimiento populista característico del tercer mundo. Le parece peronismo. El orden de análisis pasa por el fin de la Guerra Fría, la caída del comunismo y el surgimiento de movimientos fundamentalistas islámicos. Huntington consigue que la causa de los conflictos es esencialmente secular y, por su ubicación, tercermundista. Ante los argumentos en contrario recuerda el pasado colonial, el populismo o la dominación extranjera, de manera que la única originalidad que consiguen las revoluciones en esa parte del mundo es el giro islamista con que son envueltas.

De esta manera el que hable de la amenaza islámica como si lo fuera religiosa está equivocado. Hay países islámicos con los mismos conflictos que los no islámicos, conflictos por el precio de las exportaciones, por los mercados o por el carácter histórico. Este brote religioso y la intemperancia que consigue expresión política, ya sea en Europa o en Estados Unidos, recuerda un tanto al antisemitismo de los años veinte y treinta europeos. También en los años veinte y treinta se prohibía el kipá (gorro ritual judío). Edward Said dijo que en lugar de hablar de choque de civilizaciones correspondía hablar de choque de definiciones.  

En América Latina comenzamos a ver el brote religioso sustituyendo a políticos agotados, esta vez con una consunción paralela de la influencia católica, a excepción de Nicaragua.





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