El pensamiento invisible







Teódulo López Meléndez

Una afirmación que podemos realizar sin titubeos, en términos de neurociencia, es que nadie ha visto nunca un pensamiento. A lo sumo la tormenta eléctrica que produce. Por allí, en las células, anda la conciencia y la forma de pensar, y que por efecto de lo que los científicos llaman neuropéptidos, se hace hábito. Sin embargo, la forma de pensar es modificable, pues, sostienen también los científicos, el cerebro tiene el hábito de recrearse. En ciencias sociales podríamos argumentar que la única manera de cambiar es interrumpir esa asociación derivada de la repetición, lo que, traducido a palabras algo más claras, equivale a afirmar que la única manera de salir es aprendiendo a pensar de otra manera.

Cuando se tiende a engañar a las células del cuerpo social lo que se busca es distraer del miedo, pues la verdadera definición de tal no es ese que se señala en el combate político venezolano como no tenerlo al enfrentamiento virulento con el gobierno. No, la verdadera mecánica y el verdadero miedo lo son a modificar la posición del observador lo que conllevaría a pensar de otra manera y a posibilitar así la construcción de otra realidad. En neurociencia se llama crear otro puente entre neuronas: en ciencias sociales crear un cuerpo común que posibilite la liberación del presente. Esa liberación no consiste en asumir otro miedo que llamaremos pasado, sino en otra forma de manejar las emociones que pasaron a ser reflejo indiferenciado de la realidad. En palabras precisas, es necesario convertir a ese cuerpo social en uno capaz de crear, a lo que se negará insistentemente para atarse al segundo de realidad y no enfrentar el miedo, que no es otro que el que hemos descrito en este párrafo.

Si la realidad es producto de nuestras expectativas, pues debemos cambiar las expectativas. Nuestras expectativas las podemos armar armoniosa o caóticamente. En el terreno de la política el cuerpo social reacciona de una u otra manera dependiendo del “mensaje” que lo abruma con su proveniencia exacerbada desde todas las fuentes. El mensaje distinto, se me ocurre, puede provenir de las similitudes entre la ciencia social y las ciencias. Si las teorías e investigaciones de estas últimas son difíciles de entender para la generalidad, en el terreno de lo político es obligación hacer entender las implicaciones que para la vida en sociedad tienen. Si bien no se trata de un análisis de la espiritualidad humana, hay que recalcar que el encierro en nuestros pensamientos preestablecidos  nos impide de alcanzar metas dentro de ese abanico de la incertidumbre. Y la palabra es esencial a la creación de realidad.

Nuestro modelo interior de lo exterior está construido sobre la base de la experiencia, de manera que procuraremos actuar en cada caso conforme lo vivido. La palabra tiene una misión esencial en romper esas asociaciones.  Quienes nos dedicamos a la incomprendida tarea de procurar un despertar lo llamamos creación de conciencia. Así como se desarrolló el principio de la incertidumbre también lo hizo el principio de la complementariedad.

Así como no hay en lo humano una sola perspectiva que capture la realidad de manera integral, hemos recordado siempre a Kuhn con la palabra paradigma, diciendo de las ataduras de las sociedades a los ya vencidos y la necesidad de adoptar otros. Así el principio de la complementariedad nos vuelve a recordar que la realidad supera a las explicaciones que de ella se dan pues nadie es capaz de conocerlo todo a su respecto. Cada parte, en un enfrentamiento, expondrá su “verdad” según la cual todas las que se le oponen están equivocadas, olvidando que las antinomias también están llenas de verdades.

Es menester recordar, entonces, que una modificación social parte del rechazo de un pensamiento único y que la forma de rechazarlo no es oponiéndole otro con iguales pretensiones. El conjunto es una suma de propiedades de todas las partes. El lenguaje defensivo es una aceptación de una fragilidad que se cree insuperable. El lenguaje creativo inventa futuro, de allí la importancia de la palabra, cuyo lento ritmo es conocido, pero, quienes nos arrimamos a él, sabemos con toda la lentitud del caso puede irse haciendo pensamiento invisible que rompa los viejos paradigmas.

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