Teódulo López
Meléndez
Difícil escribir en medio de circunstancias
electorales cuyas variables han sido sacudidas por el azar del destino.
Desconocemos los resultados de las elecciones regionales en Venezuela y de cómo
los acontecimientos han podido influir sobre ellas, pero no desconocemos los
procesos históricos y menos las particularidades de cuadros como el que hoy
vive la república venezolana.
La grave enfermedad del presidente obliga a revertir
el primer efecto que se produjo: una reaparición acentuada de la polarización
que tanto daño le ha hecho al país. En efecto, los más extremistas de ambos
bandos se lanzaron a revivir los odios y a reponer sobre el tablero las viejas
afrentas. Sobre ellos es menester reponer la voz de la cordura.
Entramos en una etapa en la cual hay que anteponer los
intereses nacionales a cualquier otro. Hay que evitar la alteración de la paz
nacional mediante un diálogo fecundo que conlleve a acuerdos básicos sin que
por ello se obvie, en lo más mínimo, el libre juego democrático.
Advertimos en innumerables ocasiones que el destino de
la república se decidiría en fecha posterior al 7 de octubre, fecha en que se
realizaron las elecciones presidenciales. Observamos que era imprescindible
buscar el cauce común que nos permitiera reconocernos de nuevo como una nación
a la que todos pertenecemos.
Auguramos el restablecimiento de la salud presidencial,
pero frente a la gravedad de la situación es necesario recordar que el texto
constitucional prevé todos los pasos necesarios, no sin advertir que no es
suficiente apegarse a él, que se requiere un entendimiento político que lo haga
viable sin traumas y que permita un reacomodo general de la situación del país.
Estamos al servicio de los intereses de Venezuela, no
de ninguna aventura ni de ninguna ambición de poder. La historia nos ha
colocado ante dilemas que requieren grandeza de espíritu y capacidad de
entendimiento. Esperamos, por ejemplo, que el acuerdo tácito que existía, y que
se vio obstaculizado por la circunstancia, en torno a presos y exiliados, pueda
materializarse a la brevedad. No podemos ignorar la complejidad y tensiones
naturales en el gobierno, pero se deberá encontrar el espacio para finiquitar
este delicado tema, porque es la base real y posible del inicio de un diálogo
que resaltamos como absolutamente imprescindible.
No es necesario abundar sobre los temas a discutir y
sobre las imprescindibles correcciones a hacer. Todos sabemos que más allá del
acuerdo base sobre la eventual fecha de una nueva elección presidencial hay
muchos otros de vital importancia. Hay que transmitir el sosiego de una clase
política que muestre alto sentido de responsabilidad y haga desaparecer las
tensiones que una minoría –estoy seguro de ello- aúpa sin conciencia alguna de
las graves consecuencias que perder la sindéresis y la visión de Estado
ocasionarían.
Hay que alzar la mirada del piso y ver el bosque antes
que al árbol. Nos toca vivir este momento de nuestra historia con una
demostración de gallardía, de sentido común y de país. Es por supuesto obvio
que el resultado de las elecciones de gobernadores mostrará una tendencia que
no podemos adivinar si será permanente o transitoria, pero que, al fin y al
cabo, será la última de la que dispondremos antes de que los acontecimientos
que analizamos se puedan precipitar. Serán una referencia que nadie deberá
utilizar como planteamiento hegemónico ni como arma ventajista. Por el
contrario, deberán ser administrados con cautela y cualesquiera que sean
considerarlos como aporte al sentido de unidad nacional.
Al hacer los mejores votos por el restablecimiento
pleno del presidente Chávez llamo al
mejor de los países que tenemos a asumir su responsabilidad frente al momento
histórico imponiendo la voz de la sensatez, impidiendo que la baja política
entre en juego y, sobre todo, exigiendo todos alcemos la mirada y sepamos estar
a la altura de las circunstancias. Es la hora de la mirada alta.
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