Indignados israelíes, indignaos de verdad



Teódulo López Meléndez

Si en algún lugar debían aparecer “indignados” era en Israel. Hay razones suficientes para un enojo con el gobierno de Benjamín Netanyahu. Y en efecto, aparecieron, reclamando sobre todo por la carestía de las viviendas, por los impuestos y el alto costo de la vida. A medida que pasan los días se suman nuevas demandas sobre asistencia social, educación, salud y política económica, especialmente sobre los salarios.

Desde el obnubilado poder se responde que se estudiará una respuesta, pero que no se puede distraer fondo alguno de la defensa para atender gastos sociales porque el Estado de Israel quedaría en grave peligro. Uno se pregunta si el “grave peligro”, vista la situación de los países árabes, es la de un pueblo palestino exigiendo a la ONU la creación de su Estado o es que se espera un ataque iraní mientras aumentan los rumores de una decisión israelí de atacar a Irán.

Los “indignados” israelíes deberían, entonces, poner los ojos en la política exterior de su país y encontrar explicaciones a buena parte de la crisis socioeconómica que viven. Habría que recordarles que los palestinos han pedido a las Naciones Unidas el reconocimiento como Estado. Previamente el presidente Obama pidió un regreso de Israel a las fronteras de 1967 lo que provocó una respuesta contundente del parte del gobierno de derecha. Hay que recordar que todos los judíos del mundo no caben en Israel y que las decisiones del Consejo de Seguridad son abundantes y precisas, todas incumplidas. Ya más de cien países reconocen a Palestina como Estado, pero recordemos a los “indignados israelíes las resoluciones mencionadas.

La resolución 181 del 29 de noviembre de 147 que recomendaba la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona bajo régimen internacional particular. 14.000 km², con 558.000 judíos y 405.000 árabes para el Estado judío, 11.500 km², con 804.000 árabes y 10.000 judíos para el Estado árabe, 106.000 árabes y 100.000 judíos para la zona bajo control internacional que comprende los Santos Lugares, Jerusalén y Belén. Entre los dos estados se debe establecer una unión económica, aduanera y monetaria. Jamás aplicada, el Estado de Israel fue proclamado el 15 de mayo de 1948 y seis meses después comenzaba la primera guerra árabe-israelí.

La resolución 194, del 11 de diciembre de 1948, de la Asamblea General, que decidió, a consecuencia de la expulsión forzada de centenares de miles de palestinos: "que hay lugar para permitir a los refugiados que lo deseen regresar a sus hogares lo más pronto posible y vivir en paz con sus vecinos, y que se deben pagar indemnizaciones a título de compensación por los bienes de aquellos que decidan no regresar a sus hogares y por todos los bienes que hayan sido perdidos o dañado, en virtud de los principios del derecho internacional o en equidad, esta pérdida o este daño debe ser reparado por los gobiernos o autoridades responsables".

La resolución 242, del Consejo de Seguridad del 22 de noviembre de 1967, seis meses después de la guerra de los seis días, la resolución “exige la instauración de una paz justa y perdurable en Oriente Medio”, que pasa por “la retirada del ejército israelí de territorios ocupados durante el reciente conflicto” y el “respeto y reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial y la independencia política de cada Estado de la región, y su derecho a vivir en paz en el interior de fronteras reconocidas y seguras, al abrigo de amenazas y actos de fuerza”. La versión inglesa es más ambigua, habla de los “territorios” lo que probablemente podemos traducir como “el territorio”. Esta resolución, permanece en todas las negociaciones posteriores, sentando las bases de la paz en el Oriente Medio: la evacuación de Israel de los territorios ocupados y el reconocimiento por los Estados árabes del derecho de Israel a la paz dentro de unas fronteras estables.

La resolución 446, del Consejo de Seguridad del 22 de marzo de 1979, declara que la creación de asentamientos por parte de Israel en los territorios árabes ocupados desde 1967 no tiene validez legal y constituye un serio obstáculo para el logro de una paz completa, justa y duradera en el Oriente Medio. Además, exhorta a Israel para que, como potencia ocupante, respete escrupulosamente el Convenio de Ginebra relativo a la protección de personas civiles en tiempo de guerra, rescinda sus medidas anteriores y "desista de adoptar medida alguna que ocasione el cambio del estatuto jurídico y la naturaleza geográfica y que afecte apreciablemente la composición demográfica de los territorios árabes ocupados desde 1967, incluso Jerusalén, y, en particular, que no traslade partes de su propia población civil a los territorios árabes ocupados".

La resolución 478, del Consejo de Seguridad del 20 de agosto de 1980, que considera la decisión israelí de ocupar Jerusalén como violación del Derecho Internacional y determina que la Ley de Jerusalén y todas las demás medidas y actos legislativos y administrativos adoptados por Israel, la potencia ocupante, que han alterado o pretendan alterar el carácter y el estatuto de Jerusalén "son nulos y carentes de valor y deben dejarse sin efecto inmediatamente".

Habría que recordarles a los “indignados” israelíes los sucesivos fracasos de las negociaciones bilaterales, el mantenimiento de la construcción de asentamientos ilegales en territorio palestino, el bloqueo de Gaza y, finalmente, que los palestinos han decidido presentar su solicitud ante las Naciones Unidas en procura de un Estado.

Agotadas, como están, otras vías, Palestina intenta su declaración unilateral de independencia con las fronteras de 1967 a Naciones Unidas. Será un simple gesto, pero se conseguirá una mayor presión internacional, pues ella seguramente irá acompañada de una resistencia no violenta, de manera que veremos a los soldados israelíes contra manifestantes pacíficos batiendo sobre la conciencia del mundo y en especial de los norteamericanos.

Entendemos que la propaganda puede hacer de los manifestantes unos violentos o simplemente provocarlos hasta que se conviertan en ello, pero el asunto aún más grave es que si Israel persiste en sus asentamientos en Cisjordania se hará prácticamente imposible la separación de los dos Estados y para los árabes que allí están la única salida sería hacerse ciudadanos israelíes y entonces no habría el Estado Judío de Israel pues la mayoría sería árabe, a menos que se recurriera a un apartheid a la sudafricana. Los gobernantes en Tel Aviv aún se cierran sobre el entendimiento entre la autoridad palestina y Hamas, como algo inaceptable, pero lo que no aceptan es que era necesaria una reconciliación entre las facciones palestinas.

Como ya hemos dicho la iniciativa no concluirá con la creación del Estado Palestino porque no basta la declaratoria abrumadora de la Asamblea General, dado que se requiere la aprobación del Consejo de Seguridad. Quizás veamos a los Estados Unidos ejerciendo su derecho al veto. Mientras tanto, Israel mantiene una intensa campaña diplomática ante la proximidad de septiembre, uno que ya se califica de “negro”. Desde el Ministerio de Relaciones Exteriores se han cursado instrucciones para presionar a países y medios de comunicación con el mensaje de que si la ONU adopta el camino solicitado por Palestina se hará definitivamente imposible la tesis de los dos Estados. Del lado Palestino el temor está en que una abrumadora votación a favor despierte las celebraciones, acompañadas de la frustración, y que los planes de resistencia pacífica se conviertan en una nueva intifada. Por su parte, Israel ha ido pasando a la amenazas, a la ONU y a la Unión Europea, una que anuncian será de “medidas unilaterales” sin precisar. Es posible anexe grandes bloques de asentamientos israelíes construidos ilegalmente en la Cisjordania ocupada.

Quizás la solución a esta crisis sólo pueda venir desde el interior de Israel, de una decisión de su pueblo de vivir y convivir con el pueblo palestino amparado por el paraguas jurídico de un Estado. Deberían indignarse los israelíes por algo más que sus salarios, por el costo de la vida y por el precio de sus viviendas. Deberían indignarse por las tropelías de su gobierno contra un pueblo oprimido. Entre pueblos deberían entenderse. De allí que hay que pedirle a los “indignados” israelíes que se indignen de verdad.

teodulolopezm@yahoo.com

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