Los cinco primeros poemarios de Teódulo López Meléndez

Por Marisol Marrero


Los poetas son imprudentes con
sus propios sucesos; los utilizan
Nietzsche


Alienación Itinerante (1972)
Los folios del engaño (1979)
Mestas (1986)
Mesticia (1996)
Logogrifo (1999)


El primer libro: Alienación Itinerante:







Es muy cierto aquello de que en el primer libro están todos los fantasmas





Según la psicología profunda, el fantasma es también una aparición del yo, de un desconocido que surge de lo inconsciente, que inspira un miedo casi pánico, por lo cual se le hace retroceder a las tinieblas. El aparecido sería la soledad negada, temida. El psicoanálisis ve allí un retorno de lo rechazado, de los retoños del inconsciente.

Dada la importancia del primer libro para analizar al escritor, nos serviremos de la física cuántica. La función onda contiene numerosas probabilidades y no depende de nadie más, sólo de nosotros mismos, determinar cuáles de ellas serán producidas. Cada uno de nosotros acarrea dentro de su propio sistema nervioso la historia completa de la vida biológica del planeta. Así, en este primer libro observamos extrañados la capacidad de captación del mundo cuántico que tenía en sus años juveniles. Afirma: "Cuando era origen en verdad era final/Fui una nube de uranio, una congestión de manzanas y serpientes". "Mi tristeza viene desde allá. Desde los inicios. / Desde los remotos inicios. Sube desde los pies de la eternidad doliente/hasta la cabeza de un hombre que soy yo".

Según las teorías en boga, el universo está constituido del mismo material del cuerpo humano y se mantiene unido por la misma dinámica de aquel. Cuerpo, nube de uranio. Es el yo cuántico el que aflora en esta poesía: " Yo maté dinosaurios boquiabiertos/con el fémur de un ermitaño. / Yo fui aquel guerrero que desolló mil cimientos./Yo fui el carpintero que templó el acero...". Igualmente está "...diseñando un toro altamirano de cabeza erguida/de pequeñas pezuñas húmedas y ojos con lágrimas violetas". En él está la historia del planeta, la lleva consigo muy de cerca en la prominencia de la frente: "De polvo cósmico son los catarros fallecidos/ y las mujeres son de aluminio planetario". De hecho, el cerebro humano es una compleja matriz de sistemas superpuestos y entretejidos que se corresponden a diferentes estadios de la evolución y el ego, que surge de ellos, es algo así como una ciudad que se ha ido construyendo capa sobre capa a través de la historia. La arqueología psicológica de este autor incluye un nivel prehistórico, uno medieval, uno renacentista, uno que otro edificio moderno. Está aquí, en sus inicios como poeta.

La cuántica comprueba que entre partículas aparentemente separadas en el tiempo (Prehistoria-Edad Moderna) y en el espacio, existen efectos de correlación no locales (acción a distancia). De allí la importancia del primer libro, de la acción a distancia con relación a la actual escritura de este autor. En Alienación itinerante se lanzan los primeros tentáculos hacia el futuro; recuerda a la Lisboa que no ha conocido (en la cual vivirá años después)y que será recipiente de su ensayo sobre Fernando Pessoa. También está aquí el origen de Mesticia, su tercer poemario, ("La tristeza se me convirtió en saliva... /Me tienen colgado del pellejo/con un gancho de saliva..." y de Selinunte, su primera novela ("...hombres brillantes de planeta intoxicado/constelaciones alarmantes/aquella luz roja que me asombra/miren con preferencia el universo risible/que se come los cartílagos/ y provoca amar sin tapujos y sin límites. O esto otro: Los pueblos son juncos de trapo conque durmieran siglos/al soñar con países de jóvenes sedientos e iracundos,/comandantes de pecho atomizado en meteoritos sangrantes que marchan al espacio...partiendo las costillas/de los sistemas planetarios/sin aire envenenado/en las constelaciones que subsisten"…Los pueblos son terribles en el amanecer de la ira". Anuncia los innumerables viajes que ha realizado por el mundo: "Yo vine para ser un testigo con alma de emigrante..." En realidad, se adelanta a la literatura posterior que escribirá al proclamar que "ratificado en labios de mayores fantasmas/quedé vagando en arenas duras y quebradas soleadas/donde pateé mundos y me disgregaron seres de cabellos quemados...". O cuando afirma "las gotas huyeron por entre la tierra magra..." o cuando dice: "Ven. Quiero mostrarte algunas cosas que existen. / Mira esas nubes que se estrujan, /esos peces que se asfixian, /ese pescador que se marchita,/ ese pensador carnada de sus propios pensamientos". Pero siempre "regresa mi fantasma de la playa seca..." o "yo te tengo miedo fantasma arquitectónico, /tú sabes a arena, a costra entre los labios/a pedazos de lienzo enmarañado con perdón y demencia,/ yo te tiemblo, fantasma ineludible..." Teódulo López Meléndez lo asegura y lo practica: "Seguimos trazando itinerarios..." Y la oferta-exigencia: "Voy a colocar mis fantasmas en fila india/y los voy a matar a todos con una ametralladora grande. /Será una gran matanza, como aquella de diciembre./Todos se reirán./Será mi pago para que me dejen en paz. Definitivamente".

Los folios del engaño:

Este libro tiene un tono whitmaniano dado que en él se da rienda suelta a los elementos; una rabia primigenia arrasa los folios; es la fuerza inicial de la fiera ante el peligro; es la "serpiente de colmillos huecos" que anida en el Ser: "Vuelvo a las furias que heredé de las grandes concentraciones de fuego. Salgo de mi cuerpo y de todos los cuerpos. Vuelvo a la rebelión y a los grandes alzamientos. Soy preso de la ira y bajo mis pies estallan los grandes terremotos"... soy dueño de mis grandes rabias… Anuncio hago que vuelvo a arder..." Cólera reprimida que sublima en el trabajo creativo. Todos nosotros alguna vez hemos sentido ser devorados por algún afecto. Sabemos como esa emoción repentina puede con nosotros como la parte animal, instintiva, salta desde nuestro subconsciente, indetenible, avasalladora, arrasante. En este momento, la conciencia del "ego" queda anulada y el cuerpo cae bajo el poder de una fuerza sin control. El escritor, al sentirse "fuera de sí" por la rabia, "consumido" por los celos o "poseído" por la lujuria, no puede imaginar que está por encima de la bestia. El apaciguamiento viene por la mediación de la palabra; ella ensalma, cura, acerca: "Las palabras se quedan pequeñas e inútiles, murmuran y caen cansadas. Las palabras se enflaquecen como una abuela vieja". O:"Las palabras resienten las misiones que damos. Las palabras se encogen como materia que regresa a la tierra. Las tortugas arrastran de sus patas las palabras..." Tal vez una autorecriminación: "...porqué me empeño en dar a las palabras potencia de linterna". O la esperanza: "Alguien me ha dicho de una palabra que ensalma, de una palabra que al invocarla acerca los confines. Alguien me ha dicho de esa palabra y me lanzo desde mis orillas en las tardes quietas...” Blake dijo que "el coraje del león es la sabiduría de Dios". Tomar contacto con nuestras emociones nos pone "fuera de sí", produce adrenalina, bombea fuertemente la sangre, se oxigenan nuestros pulmones, uniéndonos, así, a las fuerzas recónditas del universo. Sin embargo, subsiste el peligro de ser "devorado" por el inconsciente, lo que equivaldría a la proximidad de la locura, a la liberación total de los elementos. No obstante, la fuerza del león es ambivalente, puede, a la vez, dar vida y destruirla. Su orgullo y ansias de poder son legendarios, aunque también el ansia de redención. La ira es una fuerza arquetípica que también tiene poder creativo de forma consciente, caso en el cual no le permitimos que acabe con nosotros mismos. En el poema "Zeta Ele 4 fue llamado el planeta" se asoma el planeta Selinunte, posteriormente novelado: "El nuevo planeta recibe un nombre extraído del abecedario y se la adjunta un número para darle sabor a heredad abonada". Y asume "la responsabilidad del fundador", como lo hará posteriormente Teseo, el gobernador de los hombres en el texto novelístico. Permanentemente, López Meléndez reitera "el poder de trazar itinerarios", en este caso "a las aguas y de dar el tono al verde de los campos extendidos..."Al final..."los peces se engulleron mis palabras y ellos me acusaron de no respetar la ecología y de andar contaminando las aguas estancadas".

Mestas:
El lunático, el enamorado y el poeta
lo son de la imaginación
Shakespeare



El título indica confluencia de dos o más corrientes. Allí se desarrolla la poesía en este delirio verbal, pero en la parte del intenso dolor, en el choque de corrientes de distintas dimensiones, energías y soledades. Hay dolor en el frío, en los chisporroteos de la chimenea, en la escritura ("Escribo en la lava del ombligo vertical"). Aquí Eros se desparrama, fuerza de dudosa reputación, puesto que tiene la ambivalencia de una relación con las fuerzas más altas del espíritu, pero también con la animalidad del ser humano. Demasiada animalidad trae problemas al hombre civilizado, pero también demasiada civilización enferma al animal humano ("prescribo collares a los itinerarios de cada mañana"). Platón llamó al Eros "el deseo de persecución de la totalidad"; la fragmentación de esta totalidad conduce al dolor, como la de cualquier arquetipo, al igual que vivir la fuerza instintiva resulta en desequilibrio, en ventisquero del alma que seca los adentros: "Estoy de pie en la palabra viento...estoy con la palabra viento...escribo una carta donde la palabra viento seca". Sí, también las separaciones: "Raspo para olfatearla de frente a la separación coladora de ruidos. Quemo tabaco para preservarla de la arremetida de los últimos meses". Viene, lógicamente, "la soledad de puntas", de púas, de espinas, soledad soledosa en la urdimbre de la trama amorosa en la que "la melancolía hace morada por los callejones de la tarde" y "la tortuga estampa las baldosas por las plazas", "porque morir en aquel lugar, sería largo, interminable, eterno".

Emerge la saliva arquetípica, la saliva que se esparce por todos los libros de Teódulo López Meléndez: "Siembro saliva, no sé hacer otra cosa". Para López Meléndez, la saliva es una secreción mágica, sin saber que ella tiene un posible doble efecto, une o disuelve, cura o corrompe: "Sobre el potro la saliva sin huesos y vestido..." En este caso, la saliva es el potro de los tormentos, separa, conduce a "los viajes al silicio...". La saliva también tiene virtudes de líquido seminal (crea) y de allí podemos encontrar en la literatura numerosos "héroes" originados en la saliva. Si nos preguntamos quién se crea en esta historia, debemos responder con un poema revelador: "Crezco/desde este nacimiento que veo/acurrucado en las estaciones/con los que parten".

De esta confluencia de dos corrientes, o mestas, se originarán el dolor y la pena posterior reflejados en Mesticia.

Mesticia: la mujer es el lugar de la palabra:

Aquí la experiencia literaria se revela esencialmente como un acto amoroso. El escritor, a través de la palabra poética, busca la mitad perdida. A diferencia del Génesis, la carne (la mujer) se hace verbo y el escritor se deleita con la palabra, aunque sea amarga, lejana, impredecible. Mediante la palabra- en exorcismo- se elimina la angustia. A diferencia del psicoanálisis, no se le cuenta al psiquiatra, sino al lector, por lo que éste tiene la posibilidad de analizarlo, comprenderlo, buscar sus motivaciones ocultas.

En este libro se observa claramente la diferencia entre el narrador y el poeta. Yo decía que en Denzil Romero "el verbo se hace carne en Catalina", porque a través de la palabra los personajes se hacen, viven, toman cuerpo; en cambio, en el poeta, se parte de un objeto concreto (en este caso la mujer) y se hace palabra y al hacerse palabra "entrega los demonios", como diría Romero. Entrego al lector el amor, la ira, la angustia, porque el arquetipo del amor conlleva un intenso dolor, un mórbido dolor desde el principio de los tiempos. Somos los demonios que entregamos - el amor es uno de ellos - de ojos sulfurosos, ojos de sal. Así, López Meléndez entrega la palabra "mujer-objeto del amor": "Las sílabas/caen por doquier/heridas". Caen desintegradas, escudriñando el polvo, pero son inmunes al desasosiego, pues, aún así, ella: " La palabra/regresó en tu lengua/y se me clavó en el paladar/con la fuerza de un ancla".

La palabra es símbolo de la actividad creadora de Dios, además de ser función ordenadora, aspecto que toca también López Meléndez en sus libros anteriores, pero, aquí, se mezcla con la saliva, la de ambos, estableciéndose una relación simbólica palabra-esperma-saliva; es decir, hay una relación de estos elementos con las fuerzas creadoras; como sabemos, en cada una de estas palabras se alberga el inconsciente, o más bien el hombre eterno, el hombre arquetípico, como veremos.

El poeta para conquistar a la mujer se transformó en Poseidón: En la segunda parte del libro, "Cuando la palabra regresó en su lengua", aparece Medusa, la única de las Gorgonas que era mortal y visible a los hombres. Poseidón, el más grande de los dioses, se transformó en pájaro para poseerla, profanando el templo de Atenea, quien, irritada, transformó los cabellos de Medusa en serpientes.

La sombra avanza en este libro, las serpientes se hacen viento venenoso y retumba la tierra hosca, arca de naufragios. ¿En que se transformó el poeta para seducir a "su" Medusa? Indudablemente en pájaro, el cual representa, simbólicamente, la espiritualización, el estado superior del ser, pero, también, en su origen, símbolo fálico, amante "metamorfoseado": "Era una medusa/suplicante/de los bálsamos de la tierra/Yo los vertí todos/desde mi alma transformada". La transformación para conquistar equivale a engaño, pero el amor se vale de estos ardides. Ortega y Gasset dice: "Una psicología del amor tiene que ser muy suspicaz en cuanto a la autenticidad del sentimiento que analiza" porque "se ama al amor y lo amado no es, en razón, sino un pretexto". Para ello, el poeta recurre a la alquimia: "Yo cociné en una olla de cobre/las algas que habrían/de atarme a ella". Si el amor muere, esta muerte ha dado origen al libro y en sus páginas se dan las claves de los errores que la propiciaron: "Tal vez/venga/a confirmar/la parsimonia/del engaño/No existe salvación..."Y el poeta se pregunta: "¿Fui yo culpable de omisión/ante la aurora?". O lo que es lo mismo, ¿qué olvidé en mi transformación para que se provocara "ese extraño adiós" al margen de la palabra?

Para olvidarla es Perseo: El poeta transforma la palabra-mujer en la Medusa de las alas de oro, de cuello cubierto de escamas de dragón y con ojos con el poder de dejar petrificado a quienes la miraban. No olvidemos que, en definitiva, fue abatida por Perseo, quien ofreció su cabeza a Atenea, la diosa de la concentración y la fuerza simbólica. Exiliado de ti, del amor, te elimino de mi mente con un esfuerzo de concentración y me transformo en Perseo para hacerlo. ¿Cómo logra esta tarea? Utilizando un mecanismo psicológico de mucha efectividad. Stendhal decía que el hombre sólo ama lo digno de ser amado, así que para olvidarla se convierte a la mujer amada en un monstruo (Medusa). Otro mecanismo es convertir al lenguaje en una explosión en que el poeta anula al ser amado bajo el peso del amor mismo; entonces, este amor se convierte, como diría Barthes, en "un lugar de palabra".

La mujer es, también, el lugar de la palabra, porque los poetas dotamos al amor de una extraña realidad. Como diría Ortega y Gasset, "se ama el amor y lo amado, no en rigor se usa como un pretexto para decir". Cada poeta llena los códigos del arquetipo del amor según conviene al propio yo, a la propia historia, proyectando en el otro la desazón, el dolor, el desencuentro. Ya no soy el otro, de aquí en adelante la soledad, la excisión.

Al final del libro regresa la palabra, sí, la palabra de él flotando en la saliva de ella, la saliva de ella flotando en la palabra de él, él flotando en la saliva de ella. No más subterfugios, la palabra irrumpe, gira en la saliva del sentimiento arquetípico y arrastra el lenguaje hacia la destrucción del que ama y del amado.

Logogrifo, sólo para iniciados:


En este poemario la palabra urge al autor como hueso; él lo dice en un poema. La palabra se exprime en la boca y queda sin una gota de saliva. El poema nace así insólito, como un mantra. En la palabra sola, íngrima, lúcida, compacta, áspera. Palabra astringente como el alambre. Yendo a lo formal del título, logogrifo significa la red del discurso. Especie de enigma que consiste en buscar una palabra cuyas letras diversamente combinadas forman otras palabras que es preciso adivinar. El sentido de la letra no es ya el suyo, porque el poeta la hace enigmática a través de metáforas y similitudes. La conveniencia del poeta las hace casi ininteligibles. Habla como si la vida se limitase a operaciones alquímicas, por lo que nos cuenta de destilaciones, sublimaciones, disoluciones, que no son más que una especie de muerte.

Sin embargo, como lo hace notar Ennio Jiménez Emán, el poema en este libro es un "enigma breve". El sujeto poético pasa por una serie de transformaciones alquímicas, como lo hace el don Juan de Castaneda, que accede a distintas realidades, éste por un proceso de drogas alucinógenas, nuestro poeta por una iniciación a través del verbo, palabra alucinada y alucinante que nos envuelve en una atmósfera rara y extraña, la cual, a ratos, parece ahogarnos. A través de diferentes "yoes" procede a integrar un único y solo hombre, salvándose así de la desintegración, del detritus equivalente de la muerte. Los elementos de la alquimia se revuelven en todo Logogrifo como si el poemario fuese el gran mortero de los caldos: mercurio, azufre, fuego, incienso, metales derretidos, hierros imantados, argamasa, haciéndolo a uno, lector, viajero hacia el enigma.

Comentarios